Si tuviera que escribir lo sucedido desde mi último maratón (Boston 2019) hasta ahora, me faltarían páginas para este artículo. Sin embargo todo corredor sabe con lo que hemos tenido que lidiar en estos casi dos años: Encierro, incertidumbre, angustias, penas, lutos, pesares, desmotivación, rabia y un sinnúmero de vivencias que nos han afectado.
Respecto a mi proceso, en este tiempo me dediqué a entrenar y superar marcas en Test de Cooper, así como 3.000, 5.000 ó 10.000 metros todos en circuitos callejeros para mantenerme motivado. El coach de mi club nos hizo programas de mantención con musculación, etc. En el proceso desde 2019 me inscribí en 4 maratones internacionales (hice ciclos de entrenamiento para dos de ellas) y todas se suspendieron.
Por eso cuando me decidí por Viena fue casi con desidia, ya no estaba para ilusiones. Le dije a Isaac Baeza, “Coach, quiero hacer un programa de dos meses, vengo haciendo programas hace año y medio…”.
Mis ritmos de entrenamiento y tiempos en los testeos estaban mejor que nunca (mi último Test de Cooper en 3.320m), pero ante la incredulidad no me inscribí hasta 5 semanas antes (una semana antes del cierre de las inscripciones). El viaje lo iba a hacer de todas formas por temas familiares en España e Italia. Si no se corría iba a ir de paseo a Austria igual, la maratón era “de yapa” y no le conté a casi nadie como medida “anti-yeta”.
Uno de los motivos de mi elección de Viena fue a que en Austria reconocen la vacuna Sinovac y así no tienes que hacer cuarentena (así como en España y hace una semana en Alemania), el viaje en sí era una Gymkana, cada paso era una prueba superada: Salir del aeropuerto de Santiago, aduana en España, salida de España (¿les comenté que recién llegué a Viena el viernes por la tarde? A menos de 48 horas de la carrera), aduana en Austria y arribo al hotel. Ustedes dirán “Listo, ya la hice”, pero quedaba un detallito: La organización exigía un PCR o test de antígenos negativo válido 24 horas antes del evento para pasarte el dorsal. Última prueba: Tener un Test de antígeno Covid negativo (25 lucas) el sábado en la mañana, llegar a la Expo y retirar el número.
Como le dije a mis cercanos: “Cabros mientras no tenga mi dorsal puesto en la polera y pise la línea de salida no cantaré victoria”. Y así fue no más. En la Expo una fila enorme que daba dos vueltas al equivalente a la Estación Mapocho esperando entrar bajo un sol inclemente (¿no les comenté que las máximas acá andan por los 27ºC? ¡Calentamiento global off course!) para entrar tenías que presentar tu certificado de vacunas o tu test PCR-Antígeno. ¡Etapa superada! Dentro de la Expo –todos con mascarilla, la mascarilla es obligatoria en lugares cerrados pero en la calle no- con Paulina, mi señora, quien correría los 21K retiramos nuestros kits. Penúltima etapa superada.
Esa noche no dormí nada, pero no eran nervios, era ansiedad en estado puro, igual que a los 8 años cuando esperaba mi fiesta de cumpleaños llena de mis amigos, misma sensación cuando me iba a la cama en Nochebuena imaginando al Viejito Pascuero bajando por la chimenea. Esta carrera para mí, era una ocasión de fiesta.
En la mañana tomamos el metro hacia la partida, igual que en el Maratón de Santiago, los andenes llenos de “runners enmascarillados”, nos bajamos del lado norte del río Danubio, dejamos nuestro bolso en guardarropía y con Paulina fuimos a calentar a un parque en la ribera, tan pacífico, tan relajado. Media hora antes pasamos a los baños y 25 minutos antes cada quien ingresó a su corral. No hubo empujones, ni atochamientos en las entradas, todo eran sonrisas cómplices, camaradería, entusiasmo, en una palabra: Felicidad.
Un minuto antes, el locutor nos avisa a los 10.000 corredores la cuenta regresiva. Comienza a sonar el vals Danubio Azul de Strauss, se me pararon los pelos, si en la partida de NYC tocan a Sinatra, acá no podía ser otro que Strauss. ¡Y finalmente partimos! Última etapa de esta Gymkana superada.
Hacía calor, 9:00am con 20ºC pero daba lo mismo, me tiré para lo que habíamos planificado con mi coach “Confianza Adrián, rango de 4:12-4:18 los primeros 30K y después veremos si mantienes o aumentas el ritmo”. Con calor o sin calor, mi mentalidad era: “Date la licencia de jugar a ser intrépido, tírate sin miedo y veremos qué sale de todo esto”.
El circuito maravilloso, lindo, bastante plano, puestos de agua e isotónico cada 5 km aproximadamente, algunos puntos con bananas (no daban geles). Iba en rango de ritmo hasta el kilómetro 28 y empezó el declive. Nada que hacer, inexorablemente fui bajando la velocidad a medida que subía la temperatura a 24ºC, y ya en el 37 lo único que pensaba era en llegar.
Me acordé de las palabras de Mark Allen (“Vive el momento y se agradecido”) y a medida que se pasaban los carteles de los kilómetros restantes mi incredulidad de lo que estaba viviendo crecía. Último kilómetro, por la avenida Ring doblo hacia el Rathaus (Municipio) donde se encontraba la meta, 500 metros, “Griterío, veo los arco inflables”, 400 metros, “Escucho al locutor”, 300 metros, alfombra azul “Distingo la meta”, 200 metros, “¡Dios mío! ¿es esto real?”, 100 metros, alfombra púrpura “¡Dos años! ¡Quizás este mundo ha vuelto a girar!” y, la emoción me desbordó.
Crucé la meta más contento que un niño en la mañana de Navidad, lloré por primera vez de felicidad al terminar un maratón, sentí que toda esta mierda que hemos tenido que soportar, los sueños postergados, los planes coartados, la rutina interminable y sofocante de los confinamientos… Se acabó, la vida vuelve a tomar su curso. ¡Qué privilegio! Y di las gracias. Nunca la canción de Violeta Parra había tenido tanto sentido para mí como en ese momento, ¡Gracias Vida por darme tanto!
Me encontré con mi señora, un abrazo de niños traviesos, compinches de aventuras locas, estábamos exultantes.
Como corolario sólo puedo decirles que tengan fe, aférrense a la esperanza de que esta cuestión va a pasar. Que SI SE PUEDE hacer un maratón masivo (mensaje para nuestras autoridades) con compromiso y responsabilidad colectiva. Y que cuando tengan la fortuna de volver a pisar la línea de partida y saboreen la dicha de cruzar la meta, esa emoción contenida, ese sentimiento, habrá valido cada minuto invertido en resistir los embates de este mundo y verán que la vida se vuelve a teñir multicolor.
Por Adrián Rodríguez
Fecha de la carrera: Domingo 12 de septiembre de 2021