El honor japonés#RunchileArtículos Eduardo Cumplido JJOO Tokio 1964 Kokishi Tsuburaya

Resumen_Articulo_El_honor_JaponesEl 21 de octubre de 1964 se disputó la maratón en los XVIII Juegos Olímpicos de Tokio.

Compitieron 68 atletas de 35 países, entre los que se encontraban el campeón olímpico vigente, el etíope Abebe Bikila, y el plusmarquista mundial en ejercicio, el británico Basil Heatley (2h13m55s).

Ganó Bikila, que se convirtió en el primer maratonista en vencer dos veces consecutivas en unos Juegos. Y, además, pulverizó la plusmarca mundial, con 2h12m11s2.  A diferencia de lo ocurrido cuatro años antes en Roma, en que venció corriendo descalzo, esta vez exhibió unas zapatillas de un blanco impecable.

La meta estaba en el estadio olímpico, abarrotado con 70.000 espectadores. Tras él llegó a la pista el japonés Kokishi Tsuburaya, acechado diez metros atrás por el británico Heatley. El público estalló en un clamor al ver que su compatriota iba camino de la plata, pero Kokichi estaba al límite de sus fuerzas, de manera que no pudo responder al ataque de su oponente, que le sobrepasó a falta de unos 200 metros para la meta. Bronce para Kokichi y coronación inmediata como héroe japonés.

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El momento que el británico Heatley sobrepasa al japonés Kokishi Tsuburaya

Kokishi Tsuburaya se retiró desconsolado de la pista, envuelto en una manta, pero fue adorado como un dios: era la primera vez en 28 años que un japonés conseguía medalla en atletismo.

Y en ese instante de triunfo comenzó a gestarse la tragedia. El bronce era un triunfo, sí, porque el nipón sólo había cedido ante el campeón olímpico y ante el hombre que tenía el récord mundial, y por esos 28 años de sequía de medallas en atletismo.

Tsuburaya pertenecía a las Fuerzas de Autodefensa de Japón, bajo estricto control militar, y recibió de inmediato dos órdenes: dejarse de ver con su novia y dedicarse absolutamente a los entrenamientos para ganar en los siguientes Juegos, los de México 1968.

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El podio de la maratón en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964

Kokichi obedeció ciegamente. En el alma del Japón de la época no se contemplaba la negativa a una orden superior.  Entrenamiento y sólo entrenamiento. Y alejamiento de su novia.

En 1967 sufrió varias lesiones y enfermedades (lumbago agudo, entre otras) y pasó tres meses hospitalizado. Cuando le dieron de alta, su cuerpo no respondía al esfuerzo y se dio cuenta de que ganar en México 1968 era una utopía. Utopía negativa que se convirtió en pesadilla. Sus jefes le habían encomendado una misión, el pueblo japonés confiaba ciegamente en él, pero él no podía responder.

Y entonces, el  9 de enero de 1968 se seccionó la carótida con su aguda navaja de afeitar. Habían pasado dos meses desde que salió del hospital y faltaban nueve para los Juegos Olímpicos. «No puedo correr más, estoy demasiado cansado para correr más», dejó escrito en un papel.

Fue una víctima de un sistema que le presionó hasta el infinito para ganar una medalla de oro y de un país donde la cultura del suicidio está muy arraigada. Una víctima inocente de un mundo enloquecido.

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Kokishi Tsuburaya

Por Eduardo Cumplido Mayrock, extracto del libro «Historia de las Olimpíadas» de Francisco Yagüe, 1992 (Sábado 7 de febrero de 2015)

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