Race Report Patagonia RUN
La Previa
Es un hecho que la carrera comienza antes de la largada, posiblemente desde que las primeras zancadas entrenando cerro arriba llevan el objetivo puesto en Patagonia Run.
Pero recién sólo unos pocos días antes del ultra es que la comienzo a percibir, posiblemente al llegar a San Martín de Los Andes o al sentir el intenso viento mañanero en el día previo corriendo por la costanera del lago Lacar o más aún! la noche de la charla técnica, obligatoria para las 100 millas y 100 k.
El gimnasio de la Escuela 134 está repleto con más de 600 corredores de ambas distancias, atentos a las recomendaciones de Parada: Médico Deportólogo y organizador de Patagonia Run desde sus inicios en 2009. El tipo sabe, lo presenta bien, mastica el conocimiento, sabe de altimetría y marcajes, de los aspectos técnicos y fisiológicos, y de lo que implica someterse a los tres dígitos, pero también transmite confianza e insta a no flaquear, a no abandonar por ningún motivo, a darle más de una vuelta si sobreviene la fatiga y los vómitos, si hay dolor o desanimo, que la carrera es larga y que es posible, que somos fuertes y con certeza más de lo que creemos. Nos mostró ejemplos de deportistas paralímpicos que sin sus piernas descienden a más de 100 km por hora en Sochi, Rusia, durante las últimos Juegos Olímpicos de invierno sostenidos por sus prótesis y sus huevos y que para ellos no existen cosas imposibles. Para nosotros tampoco! Me repito! Recordando al gran Nico Massú. Niuna gueá!
La Partida
Con todo el Newen colectivo largamos a las 9 de la noche y comenzamos a desfilar desde el regimiento en una eterna fila india, donde podemos avanzar poco y nada por senderos estrechos de tierra blanda. No llovía, corría viento suave y de a poco la multitud se disipaba, así como los gritos de ánimo, las bromas, los cantos ansiosos y el calor de la partida. Iniciábamos la subida hacia la primera cumbre de la noche, en un ascenso suave pero sostenido, hasta visualizar el segundo PAS (Portezuelo. Km 14) corrimos por una senda de poco menos de un kilómetro en línea recta dentro de la perspectiva de un valle abierto y cercado por los escasos contornos de los cerros visibles a esa hora. Miré hacia atrás, se veían cientos de luces descendiendo una loma y miré hacia delante y otra masa móvil de pequeños puntos luminosos se divisaban rumbo a la cumbre del cerro Colorado. Iba con el montón, tranquilo y contenido aún. Un amigo me dijo, aplica las 4 C en tus primeros 100, parte con la Calma, regula el ritmo con la Cabeza y termina corriendo con el Corazón y que viva el Caos! y eso hacía, ya con poco más de dos horas en el cuerpo comencé mi primer ascenso de la primera de las casi 3 cumbres del circuito. Avancé con luna menguante, la vegetación progresivamente baja hasta ser arbustos achatados con el viento patagón, luego coirón y finalmente tierra seca, futuro manto de nieve y residuo volcánico de tiempos pretéritos, se veían las luces al fondo de los valles estáticas y contrapuestas al movimiento de nuestras almas candentes, desafiadas por la fuerza eólica que disminuye y mortifica la sensación térmica, y si bien no se alcanza a sufrir aún, sentía que debía mantenerme en constante movimiento para mantener el calor y perpetuar la entropía del sistema!
Hicimos la cumbre del Colorado a 1750 m.s.n.m ( punto más alto del circuito) y comenzó una bajada cabrona de gran pendiente, con raíces que brotan desde el suelo desafiando a la potencia de nuestros frontales y la frenética interpretación del suelo en movimiento. Íbamos rápido, en un grupo de 6, unos 3 kms de bajada, separados unos de otros a no más de 2 metros para aprovechar la iluminación del colectivo dinámico, utilizando los bastones para no matar los cuadriceps antes de tiempo. Vi al que va por delante que trastabilla una y otra vez, seguimos bajando y lanzó un grito que no puede ser otra cosa que el tobillo. Gritó y se lamentó, no podía pisar, no podía seguir, me acordé de mi último esguince el mes pasado y de lo que duele. Lo asistimos con otros 3, le avisé a un miembro del ejército que el corredor 520 se acababa de lesionar, y al rato me crucé uno de los médicos corriendo hacia el lugar. Tercer PAS, el Colorado, llevaba 26 kilómetros a cuestas en medio de una de las noches más frías que recuerde, me puse ropa seca y me tomé dos vasos de sopa que serían el mejor reconfortante de la carrera, subimos y bajamos el Centinela, un ascenso nuevo en el circuito, llegando al PAS Quenalahue en el KM 37.
Como ya es rutina, en cada Puesto lleno mis botellas, como dulce de membrillo y tomo algo caliente intentando mantener el calor en momentos bajo cero. Comencé a subir a la última cumbre, que es la parte de mayor pendiente del circuito, mejorando mi técnica con los bastones blandiendo la punta sobre la tierra y el frío que cala hasta la medula ósea como un trócar de metal y la pendiente que no terminaba, y el sueño que a esa hora era brutal, pero dormir era una trampa mortal y alcancé la cumbre al fin entre ráfagas y el ruido del viento maldito golpeando el cortaviento al que le grité vaaaaamos ctm!!. El entusiasmo se acrecentaba, me decidí a bajar corriendo por un acarreo y luego senderos curvos hasta lograr al fin un plano y la sensación que la parte más difícil ya pasó. Amaneció en el PAS del lago, KM 44 y me doy motivación! Se que en San Martín también la temperatura estaría muy baja y que mis hijas estarían ahí en la meta en algunas horas más, quería apurar para que no tengan frío, quería correr para llegar con luz de día, le empiecé a meter con imprudencia, quedaba más de la mitad, pero me olvidé de dosificar, perdí la calma antes de tiempo y no regulé el ritmo como lo prediqué días antes.
Corro y corro, me sentía entero, la superficie era favorable, comenzaba a pasar a varios, me sentía como un pacman grande y drogado con frutas ochenteras y cada corredor qué pasaba era un logro del trayecto, cuento 40 ó 50 en 10 kilómetros mientras la tierra reblandece y era mi turno para gritar y sufrir durante un paso mal dado, una pisada no prevista y me torcí el tobillo con cara de esguince, era el km 52, y decidí no considerarlo, que básicamente no existe, que fue un error de la matriz que hoy de ninguna manera abandono y que la única manera de salir de aquí es con la medalla colgada al cuello en el Bar Dublín.
Esto no era mala suerte, esto es así! Seguí corriendo, el dolor se incrementaba, me acordé del Doctor de la charla, del maestro Micky, del profe Mario, de mi viejo y de todas las personas que siempre me han empujado para avanzar sin quejarme de la dificultad y a acomodar la carga en el camino, duele, puta que duele! Pero dolerá más abandonar y no intentar seguir.
Seguí! Km 60, 65, 70 , 77… me mandé 35 km heroicos al mejor ritmo de mi carrera, PAS Quilanlahue 2, iban 16 horas, me sentía entero, hice un examen mental: cabeza 9/10, piernas 7/10, tripa 7/10, tobillo 4/10, el balance apoyaba y quedaba energía. Seguí corriendo, ya no estaba tan frío y comencé a sentir que la meta era un hecho. Avancé y finalmente llegué nuevamente al PAS Colorado y al Bayos en el km 95, si bien la cabeza iba bien, el cuerpo casi no respondía y me movía como podía, bajar y bajar, por los múltiples senderos, con el tiempo avanzando rápido y siendo consciente de mi mayor proeza en términos de distancias recorridas.
Ya se visualizaba la llegada desde lo alto de San Martín, los bajos de la música de la meta lograban escucharse desde este último trayecto y vi el famoso cartel de “meta a 4 kms” con mi reloj marcando 99,8 kms… es más que la cresta!! y avancé decidido hacia la ciudad cambiando la tierra x asfalto y los metros finales, el cariño de la gente era total, me detuve un instante para sacar la bandera chilena, el orgullo crecía, la gente aplaudía, los dolores desaparecían y llegué a la avenida San Martín en una recta que da la idea de una pista de aterrizaje después de una misión exitosa defendiendo mis colores. Ahí estaba mi familia, ahí estaban mis hijas, ahí estaban mi Josefina, la mayor, la que sus desafíos y logros son tremendamente superiores a una carrerita de 100 km, esperándome en el coche con su sonrisa imperecedera, con mi bandera flameando a tranco rápido y la alegría de cruzar otra meta. Patagonia Run 100 k es un hecho.
Es otro objetivo logrado!
Es la vida misma con zapatillas y barro
104.1 km / D + 6241
Raimundo Gazitua
Fecha de la carrera: Viernes 6 de abril de 2018