La liebre se caracteriza físicamente por poseer unas patas traseras preparadas para la carrera. Pero además, posee un oído muy desarrollado, el cual le sirve para iniciar una frenética carrera ante la presencia de posibles depredadores. Son animales solitarios que no suelen andar en grupos. Y para Marlene Flores, “La Liebre”, con 51 años de edad y acumulando más de 35 como corredora profesional, es su animal preferido y el que mejor la define a lo largo de su trayectoria.
En la siguiente conversación, que se realizó durante su participación en la última edición de Ultra Trail Torres del Paine, donde ganó en los 35 km con un tiempo de 3h51m11s; y en plena preparación para la próxima edición de The North Face Endurance Challenge, conocerás el especial significado que tiene para ella las 100 millas de Santiago, además del animal que lleva adentro, pero más importante aún, a la mujer que está detrás de los destacados resultados deportivos.
Pero para llegar a ese punto debemos partir por sus orígenes. Saber de dónde proviene su garra, su inagotable combustible para salir adelante, conocer sus inicios, sus pasiones y también sus dolores.
Porque Marlene nos regaló, en la entrevista que leerás a continuación, una parte de su intimidad, revelando su femenina liebre interna, esa escurridiza, rápida, luchadora y que hasta el momento, nadie ha podido atrapar.
¿De dónde nace tu pasión por correr?
Ocurre que provengo de una familia muy humilde pero muy trabajadora. Eran tiempos muy diferentes a los de hoy, donde se apreciaba mucho más lo poco que uno tenía. Y cómo somos tres hermanas, una mayor y una melliza, junto con mi padre y mi madre, además de ir al colegio teníamos que hacer mucha pega. Y yo ahí jugaba el rol de la valiente, de mujer de campo, levantándome a las 5 de la mañana para ayudar a mi papá a ordeñar las vacas y luego él nos encaminaba en su caballo, porque salíamos de noche desde la casa y era muy peligroso para nosotras. Imaginate que teníamos 7 años y nos daba por hacer carrera. Entonces nos pasaba el caballo y en él se iba mi hermana, mientras que yo lo hacía corriendo a su lado a «pata pelá».
Llegaba cerca de las 9 de la mañana al colegio, llena de energía, echandole carreras a mis compañeros, para luego volver a casa corriendo. Llegaba a almorzar tipo 2 y media de la tarde y luego, seguía con mis labores en el campo donde terminaba a las 7 de la tarde y después de eso, le pedía permiso a mi papá para poder salir a entrenar.
¿Pero a los 7 años tenías la conciencia de salir a entrenar?
Si po, siempre tuve la conciencia de que quería dedicarme a correr. Para mi era algo que siempre anhele y quise, era parte de mi diario vivir. Yo estoy acostumbrada a hacerlo y si un día no lo hago, me estreso, me siento agotada mentalmente. Salgo a correr para descansar. Y lo hacía con la intención de ser la mejor de Chile, destacarme en eso. Ocurre que me conocía a mi misma y tenía mucha confianza en lo que podía hacer. Y entrenando descubrí las condiciones que poseía, mi talento, pero sobre todo las ganas de ser la mejor.
¿Y en ese sentido, tus padres te apoyaron?
Mi papá siempre me inculcó que hacer las cosas con ganas, con amor y dedicación, iban a resultar bien. Recuerdo que cuando me mandaba a buscar animales me decía, “a ver Marlene, mírame, porque si vas con mala cara porque no tienes ganas de hacerlo, no lo hagas y no hagas nada”.
¿Cuándo tomaste la decisión de correr de manera profesional?
Para mí siempre correr ha sido mi trabajo. Por eso me considero como atleta profesional. Pero desde los 17 años doy el salto, hablo de los años 84, 85 y 86 que fueron mis inicios en Puerto Montt. Pero yo no me salté ningún paso, comencé corriendo en el campo, pueblos como Maullín, ciudades como Puerto Montt, Temuco, Santiago, luego Sudamérica, Centroamérica y después Europa.
Pero respondiendo tu pregunta, cuando iba en 4to medio en el internado San José, que era de niñas huérfanas y yo era un caso especial. Y con la madurez que tenía a esa edad, me levantaba a las 4 de la mañana a entrenar por las calles de Puerto Montt. Y lo hacía porque la forma de pagar el internado, era sacando a las niñas a correr, pero primero me preocupaba de mi entrenamiento, corriendo sola por las calles de Puerto Montt y luego a las 7 las sacaba. Y de ahí comenzó mi historia a nivel nacional.
Tuviste toda una trayectoria como seleccionada en atletismo, con muy buenos registros. Cuéntanos detalles de esa etapa de tu vida
Como 22 años fui seleccionada chilena. Corría 5 mil y 10 mil, además de 21 y 42 kilómetros en calle. Llegué a ser campeona sudamericana en pista, donde en los 5 mil registré 16m32s, en 10 mil 37m37s, en el medio maratón no hice un buen registro pero en el Maratón de Frankfurt los 21 los hice en 1h16m. Y en maratón hice, hasta ese momento, 2h39m en el Maratón Internacional de Santiago, cuando la organizaba Rodrigo Salas con Olimpo y partíamos desde el Parque O’Higgins. Entonces me llama la atención que con la tecnología de hoy, las zapatillas que existen hoy, aún no se pueden hacer buenos registros, qué pasa con las marcas.
Tuviste un problema con una hernia en la columna, de la cual tuvieron que operarte, eso impidió que participaras en el selectivo para los Juegos Olímpicos de Atlanta, ¿te afectó mucho ese complicado momento?
Mucho, porque sentía dolores intensos y el médico me preguntaba cómo puedes estar corriendo. Nunca tuve claro si nací con ese problema o apareció después, pero era un problema de dolor crónico, persistente. Una hernia duele cuando sale y toca de vez en cuando al nervio, pero esto me dolió siempre. Me operaron en 1996 y quedé bien y de porfiada seguí corriendo en calle.
Imagínate el impacto en mí cuando los tres médicos que me operaron me dijeron que no me aseguraban si podía caminar bien, que me olvidara de plano continuar corriendo. Lo que pasa, que cuando corría, la pierna izquierda se me sacudía involuntariamente y hasta el día de hoy tengo secuelas. Me acuerdo que un medio de comunicación me grabó corriendo y me di cuenta cómo se me movía la pierna y era porque el nervio ciático estaba dañado. Luego me operaron y ocho meses después me fui a correr a Alemania.
¿Cuánto tiempo duró el post operatorio para que después decidieras continuar corriendo?
Estuve tres meses con muletas. Pero nada de correr y nada de manejar. Me aplicaban ultravioleta y realizaba trabajo kinésico de fortalecimiento, además de masajes en esa zona. Seguí todas las recomendaciones del doctor y como soy muy creyente, yo sabía que podía salir adelante. Entonces el doctor cuando me revisó me dijo, yo no sé qué Fe tienes Marlene que ni se te nota la cicatriz. Y yo le dije, qué puedo hacer ahora y me dijo intenta corre, pero no creo que puedas más de 3 kilómetros. Pero aprende a escuchar a tu cuerpo. Yo siempre pensé que podía salir adelante y salí con una sonrisa de oreja a oreja hasta mi casa. Pero a la vez tenía un dolor interno, porque me estaba separando de mi primera pareja.
Tenía un buen pasar económico, porque en el deporte se ganaba dinero, pero no ahorré y me separé durante el postoperatorio.
O sea que se te juntó todo y para mal retame en un muy buen momento de tu carrera.
Se me juntó todo. Entonces agarré todas mis cosas, a mi hijo de 7 años y me fui a donde mis papás al campo. Pero con la pena no comía y toda la musculatura se me había ido. Entonces pensé y me dije, esto que me está pasando tiene que ser especial para mí, porque yo aquí comencé y aquí voy a comenzar otra vez. Porque fue eso, comenzar de nuevo. Y le dije a mi hermana, acompáñame a correr y aguanté sólo 3 minutos; y al día siguiente fueron 5 y al siguiente fueron 10. Estaba en esa y mi padre Sergio me dice, sabes hija si sigues así te vas a morir. Porque estaba triste y pensaba qué iba a ser de mi vida, porque yo vivía de correr, estaba contratada en el Ejército como atleta de elite y me pagaban sólo por correr. Pero en un mes se derrumbó todo. Entonces mi viejo me pidió llorando que fuera la de siempre, la de antes de todos estos problemas y yo le dije, no te preocupes que tú no vas a llorar nunca más.
Llamé a Omar Aguilar para decirle que me quería ir a Santiago a entrenar y él fue mi entrenador. No me quise ir a unos de los centros del Ejército y me fui donde un amigo que me recibió, pero a mi hijo no lo pude llevar y él se quedó con el papá. Mi vida era un infierno, porque a la misma hora que mi hijo que iba al colegio, pasaban a buscar a una niñita al lado de donde me estaba quedando, y cada vez que tocaban la bocina me acordaba de él. Imagínate cómo fue esa situación para mí, viejo. Terrible.
Me imagino tu situación y pienso que viviste momentos muy difíciles y dolorosos. Pero supiste salir adelante. ¿Fue en este período cuando batiste tu mejor registro en Maratón?
Salí adelante junto a Omar. Tanto así que al poco tiempo clasifiqué para un sudamericano de cross country. O sea, el Cerro Chena me pertenece de todo lo que lo recorrí (risas). Porque como no tenía fuerzas en mis piernas, le di duro. Pero al tiempo nadie me ganó y me fui posicionando. Ahorré, ahorré y me compré una linda casa en Puerto Montt y en ese período, viaje al extranjero como seleccionada. En todas tuve buenos resultados.
Fue en Alemania cuando batí mi récord en Maratón y registré 2h35m08s en Frankfurt, ocho meses después de mi operación, luchando con keniatas donde salí cuarta porque se me metió una japonesa. Decidí quedarme allá y contraté un manager americano, y me di el gusto en correr por Europa, siempre buscando carreras estratégicas para ganarme mis lucas. Por eso pienso que el profesionalismo no es cuestión de un título que te den, sino que tiene que ver con lo que tú ganas. Y yo veo cada competencia como una profesional. Pero hoy es difícil hablar de lucas en una carrera, antes yo vivía de esto, pero hoy tengo que tener otro trabajo. Las realidades en las competencias cambiaron.
¿Cuándo decidiste abandonar el Maratón y te fuiste a correr a los cerros?
Entre el 2007 y 2008 fueron intermitentes mis participaciones en carreras. Una, porque el 2004 tuve a mi último hijo y finalicé mi relación con el Ejército y de ahí volví a correr, pero con menos responsabilidad. El último maratón que corrí fue el de Puerto Varas que lo gané, en ese tiempo lo organizaba la municipalidad junto con David Miller, un gringo que impulsó la comisión de la carrera donde compramos, hasta el día de hoy, zapatillas para regalarlas en colegios y buscamos recuperar la carrera para el próximo año.
Pero el 2009 y 2010 ya comenzaron las carreras en los cerros. Al principio comenzamos con un poco de miedo poder enfrentarlos.
¿Cuál fue la primera carrera de trail que participaste?
El UltraMaratón de Los Andes. Ocurre que en ese tiempo, como me retiré y me puse a estudiar masaje deportivo, me volví a comprometer con una pareja. Fui una mantenida en ese tiempo (risas). Pero me lancé a correr los 80 km. Y como no entrenaba, estaba gordita y me puse las pilas 15 días antes. Recuerdo que competí con Valentina Carvallo, a quién dejé atrás. El tema fue que tipo 6 de la mañana la alcanzo y también a los varones. Ya llevaba 60 km y empecé a asociar todo con lo que viví en Maullín: desde el bramido de las vacas, correr de noche, mil cosas. Hasta que me llaman mis papás y me pongo a llorar de la emoción. Y llegué en cuarta lugar en la general. Espérate viejo, la segunda mujer llegó dos horas después y yo con fatiga esperando la premiación (risas).
Hay algo que me llama la atención en todo lo que me cuentas y es que a pesar de tu operación y todos los malos momentos que pasaste, nunca te echaste a morir. Digo, tuviste la perseverancia de salir adelante y hasta mejoraste tu nivel deportivo. Pero me da la sensación de que esos momentos no fue el dolor más grande que hayas vivido. ¿Es así?
Si me pongo a llorar, se me va a pasar, porque la vida es tremenda como te golpea. Pasó que con mi nueva pareja nos fuimos a vivir a Ciudad Satelite. Entre eso gané carreras muy importantes como Patagonia Run, después gané el K42 que no es menor, en Villa La Angostura. Pero en el 2014, estaba en un gran momento deportivo y en el mes de marzo, tomé la decisión de separarme y fue tremendamente doloroso para mí. Yo ya había conocido a mi mejor amiga, que era como mi mamá, la Betty, Beatriz Jiménez a quién conocí el 98, porque era mi vecina y a quien le contaba mis cosas más íntimas. Una mujer maravillosa que siempre me tomó de la mano en mis momentos.
Pero el 2014, el día 13 de abril mientras yo estaba en el campo, la llamé y le dije que estaba preocupada porque ella tenía asma. Y le dije que quería que se la tratara cuando yo regresara. (Marlene se toma una pausa por la emoción y luego continúa)
Pasó que en la noche sentí que alguien me seguía mientras subía las escaleras en la casa de mis viejos. Yo pensé que era mi hermana, la Marilú quien es cojita, y sentí que caminaron todo el pasillo y se detuvieron en la puerta. Pregunté quién es y no era nadie. Tres minutos después mi papá de un grito me llama para que baje y me cuenta que la Betty había fallecido. Golpeé todo lo que pude pensando en por qué la vida era tan injusta.
Antes de eso, mientras pasaba las penas con la Betty por mi separación, ella me mostró un reportaje que habían publicado en las Últimas Noticia que titulaba, “Marlene Flores: No le tengo miedo a nada”. Entonces ella me dijo, quiero a esta Marlene.
La sepultamos y el 19 del mismo mes corrí el Desafío Cumbres. Cuando fui a retirar el kit me entregaron el número 13. Mira viejo la vida como es de cruel. Y yo en plena carrera lloraba y puteaba por todo lo que había pasado, porque encontraba injusto que las personas buenas se mueran. Y me lancé a correr muy decepcionada de la vida, hasta que pisé una cagada de glaciar y me saqué cresta y media. Se me partió la cabeza y perdí el conocimiento. Hasta que un cabrito, de apellido Troncoso, me encuentra con un chorro de sangre. Pararon la carrera y me sacaron en helicóptero. Para mí ese momento fue terrible.
Una vez que estaba en mi casa, sola, me largué a llorar. No quería nada, ni salir a la calle. Disfruté a la Betty por 15 años y yo creo que fueron los momentos más lindos que he pasado. Y ese año, el 2014, para pasar tanto dolor decidí correr mis primeros 160 km.
¿Qué carrera fue esa?
El Endurance Challenge.
En este punto de la entrevista hicimos una pausa. La emoción de su relato la tenía muy acongojada. Respirar un poco y tomar un refrescante vaso de agua, le sirvió a Marlene para volver a recomponerse. Una vez que se tranquilizó, retomamos la conversación.
Tus primeras 100 millas fueron en el Endurance Challenge, y tal como dijiste, mira cómo es la vida. ¿Qué significa para tí el Endurance?
Es una carrera que amo, porque en ella me probé que podía ir más allá en un momento muy difícil en mi vida y además, era dar un paso más allá en mi carrera deportiva. Pasa que en esos primeros 160 km aprendí en cada paso, a amar y a perdonar. Porque tenía mucho odio dentro de mí, hacia la vida misma y a mi misma. Pero durante la carrera fui dejando todo eso atrás. Agradecí a la vida y a los 120 km ya amaba de nuevo, ya había perdonado, ya había aceptado todo el dolor que viví. Y llegar en segundo lugar fue un triunfo, que fue más allá de lo deportivo, sino un triunfo conmigo misma. Y el cariño de la gente fue muy grande. En el Endurance me entregué por completo. Es un amor muy grande que le tengo a esa carrera.
El 2015 fui de nuevo por los 160 km y estaba mucho mejor anímicamente. Ya las cosas no me dolían. Es más, el centro de operaciones para la competencia lo establecí en la que en ese entonces era mi ex casa, en Maipú, donde había conocido a la Betty. Y fue una carrera tan linda, porque mi ex pareja junto con mis dos hijos me esperaron en la meta. Fue la primera vez que la ganaba.
Y luego vino la del 2016, donde yo creo que existió una parte muy humana de mi por conseguir retos tan grandes. Nunca he hecho cosas con soberbia y reconozco mi error, de pura tontita, de haberle pasado a mi pacer mi cortaviento y mi frontal en el último abastecimiento. Fue un error que yo cometí y me dolió mucho más porque lo cometí conmigo misma. Independiente de lo que ocurrió post carrera, porque podrían haberme dicho que me devolviera y alcanzaba a llegar primera.
¿Reconoces que te equivocaste?
Lo reconozco, por supuesto. Porque me dolió mi error, pero también me dolió como fui tratada, porque en el race report que escribí y ustedes publicaron cuento todo el esfuerzo que fue para mí llegar hasta esa carrera, con mis hijos. Me dolió el sacrificio que hice detrás. Porque nunca he sido altanera, porque es un esfuerzo para mí preparar 160 km, llegar hasta ahí.
unorunchile.cl/2016/10/marlene-flores-ganar-el-endurance-fue-el-premio-por-mis-50-anos/dos
A ti no te dolió que se aplicara el reglamento en tu descalificación, ¿te dolió el trato que recibiste?
Exactamente. Esa falta de criterio, me dolió. Porque la conversación se pudo dar en otro tono. Este año y como amo el Endurance, yo pagué mi inscripción. Y voy a ir por todos los que participan y también los que trabajan detrás de la carrera, que son personas maravillosas. Pero el Endurance la seguiré corriendo.
¿Y la ganarás este año?
Eso quiero, porque todas las ediciones que he participado han sido especiales y este año, como soy una tipa sensible, lo volverá a ser.
Me acordé del titular de las Últimas Noticias que te mostró tu amiga Betty y ahora con 51 años, ¿a qué le temes?
No le tengo miedo a nada, ni siquiera a la muerte. Pero cuestión que no pasará ni cagando ahora, porque quiero seguir corriendo 160 km (risas).
¿Tienes actualmente una marca como auspiciador?
Ninguna.
Entonces aprovecha de hacer un llamado tanto a las marcas amigas de Runchile y a las que no lo son, para que se animen a respaldar a una gran deportista como tú
Tengo toda la disposición de representarlos muy bien y déjenme decirles que Marlene Flores hay para rato. Quiero postular a Mont Blanc el próximo año y luego, dar el salto a estas carreras grandes como el Tor y, por lo tanto, quiero asegurarme de tener un gran respaldo.
Nos quedaron muchos temas pendientes para conversar, pero habrá una próxima entrevista. Marlene, te agradecemos tu confianza, tu tiempo y tu disposición.
Por Mauricio Aravena Z
Martes 26 de septiembre de 2017