Race Report Vulcano Ultra Trail 2015 100K
Nada es tan fácil como parece, ni siquiera para el ave Fénix. Fueron los 100 kilómetros más exigentes de los que he realizado a la fecha y para quienes estuvieron allí, terminarla fue sin ninguna duda un gran logro.
Mi carrera carece de una planificación rigurosa y tan sólo es una orientación de como enfrentaré los puntos más relevantes, fijando metas parciales muy generales. Cada carrera me la imagino, fantaseo, sueño mil y una veces corriéndola, otras veces dejo que sea una sorpresa, para que las hojas del libro sea leído kilómetro a kilómetro.
Así fue, que luego de leer el “Manual del corredor 2015” de Vulcano Ultra Trail, me concentré en cada una de las metas parciales a cumplir correspondientes a las cimas: Cima Vulcano (kilómetro 8, 1.160 m.s.n.m.), Cima Ultra Terra (kilómetro 41, 1.427 m.s.n.m.), Cima Desolación (kilómetro 82, 1090 m.s.n.m.), y me puse a fantasear mirando fotos de las versiones del año pasado, revisé relatos, me imaginé corriendo, me imagine los tábanos, me imagine la lengua de piedra, me imagine la arena, me imagine las vistas a los lagos, me imagine el bosque, me imaginé las praderas, me imaginé el imponente volcán Osorno con su cima blanca y me vi corriendo a no más dar con mi liebre.
La imaginación da para mucho, pero esta vez la realidad fue otra, me voy enterando que mi liebre no estará presente en los 100K, el clima estará caluroso y el circuito tendrá mucha arena.
El sábado anterior había decidido correr con otro modelo de zapatillas minimalista, las Bare Acces 4 de Merrell, debido a que las zapatillas FiveFingers que tenía disponible para esta carrera estaban llegando al final de su vida útil y en tienda está agotada mi numeración. Busqué y encontré el modelo de Merrell lo probé sacado recién de la tienda en el Parque Aguas de Ramón y pude sentir que el espesor superior de suela me permitirían correr más rápido en bajadas pedregosas y podría incorporarle unas polainas, así que quedé más tranquilo, sin embargo debía acostumbrarme a este diseño sobre la marcha lo que representaba un cierto grado de incertidumbre.
En la largada nadie presagiaba lo extenuante y difícil que sería esta carrera que tumbaría a avezados corredores, se da la largada con el jolgorio característico para comenzar en los caminos interiores del Parque Nacional Vicente Pérez Rosales cubiertos con mucha arena.
Instintivamente trato de contar cuantos salen delante y es un grupo grande de a lo menos 35 corredores (eso lo hago como referencia para saber mi posición relativa en la carrera con respecto a los líderes ya que corro sin elementos tecnológicos que controlen tiempo, distancia y altitud), transcurren los kilómetros entre la polvareda que dejaban los corredores de más adelante y la superficie cambiante e inestable de la arena.
La arena no da tregua y empiezo a sentir malestares en la zona lumbar cada vez más intensos y debo bajar el ritmo perdiendo al grupo de avanzada. Sigo en carrera y encuentro un atochamiento en un sendero angosto, allí alcanzo a Manuela Vilaseca y me voy detrás de ella, apenas se da la oportunidad adelantamos, luego veo que el grupo vas más lento o mi ansias más rápidas y decido adelantar dejando atrás a Manuela. Transcurre un tramo en que voy solo y me extravió y voy a parar a un estero, me devuelvo y diviso las luces de las frontales de los corredores que había dejado atrás, perdí posiciones pero encontré el sendero.
Empiezo a reconocer el acercamiento a la lengua de piedra y eso me anima porque cambiaría el grupo muscular para dar descanso a la zona lumbar que a esta altura iba muy adolorido. Mientras subo la lengua a paso sostenido y trote me alcanza Verónica Bravo, el destino quiso esta vez que con ella subiera esta lengua, sin ser tragados llegamos a buen rimo a la roca Vulcano y grito a todo pulmón –VULCANOOOOOO- pensando en mi deseo, que no viene al caso mencionar, para no sonrojar a ninguna 35+.
Bajando de la Cima Vulcano (kilómetro 8) corriendo por esos senderos que te acercan a un descenso por arena me doy cuenta de la ventaja de mi nueva zapatilla minimalista que me permite correr más rápido, allí a máxima concentración, tanto así que pude seguir cerca de Verónica Bravo que baja a una velocidad increíble, así llegamos al descenso por arena, fue tal mi alegría que me puse a correr a no más dar gritando como si fuera un juego de niños, en eso alcanzamos a Matt Maynard y Rene Castel. Los cuatro ahora corriendo frenéticamente, tanto así, que la Vero sorprendida de mi actitud dijo “te voy a filmar” y Rene dijo “se transformó el ave Fénix con las zapatillas”.
Corriendo cuesta abajo por el arenal cuidando de no levantar cabeza y perder la iluminación en el descenso, con tal entusiasmo nos pasamos del desvío hacia la derecha, así que a subir y tomar el camino ahora en dirección hacia el bosque con las zapatillas llenas de arenas pese al uso de polainas, aguantando hasta que no cupiera un grano más.
En mis zapatillas no cabe más arena, me detengo en tanto que los compañeros en este frenético e inolvidable descenso se fueron, sigo mi carrera ahora con los pies más aliviados y el dolor en la zona lumbar había desaparecido.
Llego al PAS Aluvión (kilómetro 15), me hidrato, saco toda la arena de las zapatillas y sigo en esta gran carrera que recién está comenzado, dejando atrás mi primera meta la Cima Vulcano, ahora esperar que amanezca para llegar a la segunda y lejana meta Cima Ultra Terra.
Paso sin mayor novedad los siguientes PAS, corriendo en solitario o al menos eso siento. Subiendo hacia el PAS Teski la menor temperatura, el movimiento del bosque, el sonido de las aves anuncian el amanecer y con ello la claridad de un día despejado y muy caluroso.
El volcán con sus nieves están al lado y ya se divisan las instalaciones del refugio, hasta el momento todo iba bien, pero la pendiente y la arena empiezan a fatigar el cuerpo camino al PAS Teski, lo que se traduce en un ascenso lento, pero había que llegar a la segunda meta Cima Ultra Terra y fue en ese trayecto donde alcance a Matt Maynard, me comenta que no viene bien.
A llegada al PAS Tesky (kilómetro 38) vacié mis zapatillas, me hidraté bien, llené mi bolsa de hidratación y dejé a varios corredores en el puesto, pregunte por Verónica Bravo y me dijeron que iba un poco más adelante.
Atrás la Cima Ultra Terra (kilómetro 41) con las nieves al lado, ahora había que descender y atravesar campos de verdes colores, entre caminos 4×4 y bosque entre praderas siempre con una vista espectacular del Volcán, para llegar al PAS Cascada (kilómetro 52), sin ropa de recambio con el short roto por una rama en el sector boscoso, sólo me quedaba comer bien. Así lo hice, me tomé todo el tiempo necesario para tomar unos consomé que los valore mucho, Cocala, papas fritas, llenar la bolsa de hidratación con agua e isotónico y un parche en el pie que venía magullado por el roce de la arena, ya que corro sin calcetines.
Corriendo de día se fue apreciando con mayor detalle el paisaje lleno de contrastes, entre bosques, arenales, rocas y vistas al imponente Volcán Osorno; de los puntos más altos una panorámica como viendo una maqueta de un geografía labrada por la fuerza de las entrañas de la tierra vertida cerro abajo, pintando un paisaje de múltiples colores y texturas.
En el PAS Cascada varios corredores se encontraban realizándose masajes, se cambiaban de ropa, comían para comenzar la mitad más corta de la carrera, que se convirtió en la mitad más larga y exigente de la carrera.
En eso llega José Manuel Vives y cuando voy saliendo el argentino Fabián Pereyra, con quien compartí podio de la categoría el año anterior, esto indicaba que debía aumentar el ritmo, también se encontraba allí Marcelo Arias.
Había que apurar, salí del PAS luego de conversar algunas palabras con Andrés Streuly, olvidando mis lentes y me lance a correr por pavimento, luego por camino interiores de los campos. Atrás venían los otros corredores, con el sol sobre la cabeza el calor se hacía más presente, tanto así que empiezo a sentir mucho sueño y me doy cuenta que mi paso es zigzagueante, disminuyo el ritmo soy alcanzado y sobrepasado por los corredores que venían atrás y me preguntan cómo me siento y respondo “me estoy recuperando”, José Manuel Vives me dice “ahora es otra carrera” y tenía toda la razón.
No me sentía bien, golpeo mi cara con las manos para despabilarme y recurro al gel que venía de regalo en el kit, no sabe mal, ni se me devuelve, así que voy consumiéndolo tomando líquido. Pese a la inapetencia me obligo a comer higos secos, surtido salado de almendras, pasa y maní.
Un poco más repuesto comienzo a correr más rápido hasta alcanzar y sobrepasar a José Manuel Vives y Fabián Pereyra dejándolos atrás, sigo apurando el paso y voy en alguna parte del camino y encuentro a Rene Castel que viene con problemas en el tobillo, ya que se lo había doblado, me dice “me lo doblé igual que tú, ¿cómo vas?” respondo “bien” y sigo mi carrera para tratar de alcanzar a Marcelo Arias y su compañero.
El camino interior se hace lento y tedioso, finalmente veo a un corredor por delante y lo paso más tarde alcanzo a Marcelo Arias, me siento mejor por haber recuperado el ritmo, sin embargo voy al límite y no puedo seguir su ritmo.
De allí en adelante en solitario a enfrentar la última cima, la Cima Desolación, a ratos miro hacia atrás y no veo a nadie, adelante tampoco, esta subida se hace interminable, pero voy mentalizado que es el último esfuerzo y luego todo de bajada, la última bajada por arena.
Al acercarme a la Cima Desolación (kilómetro 82) y al PAS Desolación (kilómetro 84), me animo al ver otros corredores con la esperanza que algunos sean de los 100K, apuro para adelantar posiciones, me hidrato, lleno mi bolsa de hidratación y comienza mi última carrera.
Ahora los objetivos eran ir alcanzando a cualquier corredor que fuera por delante y así me fui motivando corriendo con todo, alcanzando a corredores y pasándolos en una carrera al límite, dentro de los ritmos que se podían sacar a esta altura del recorrido.
Acercándome al PAS Los Alerces (kilómetro 91), el último antes de la meta encuentro a Verónica Bravo acompañada por José Antonio Ruiz y otro corredor, me cuenta que venía mal y le digo que “queda poco”.
Sigo en carrera con la motivación de alcanzar a otros corredores que se divisan por delante, así que no paro en el PAS Los Alerces (kilómetro 91) le grito al control mi número y le digo que sigo. Tras de mi sale Tatiana Sepúlveda que corría los 70K con un corredor de los 100K que la acompañaba y me pasan. Me esfuerzo a límite por alcanzarlos y finalmente logro pasarlos, de allí sigo por ese interminable camino hasta llegar a la orilla de playa junto al lago, queda realmente poco y mucho a la vez.
Siento que voy al límite, pero no quiero detenerme, adelanto a otro corredor de los 100K, luego veo que viene en sentido contrario Karina Palomino que me anima y me dice que queda poco, alcanzo a una corredora que me advierte que hay que dar una vuelta antes de llegar a la meta.
Nada es tan fácil como parece, no podía creerlo, salir de la playa para subir por un sendero un tramo corto, pero que se hacía interminable, no quería perder el control y me repetía una y otra vez “queda poco, queda poco, queda poco” y “vamos lo último, vamos tu puedes, tu puedes, tu puedes” me animaba como podía, luego a la orilla de playa nuevamente.
Los ruidos de la meta cada vez más cercanos, Miguel Tapia sentado en una roca me alienta, sigo en carrera, la gente vitorea, escucho a una persona que grita “es de los cien”, a mi paso me grita una compañera del club… me dejo llevar a no más dar gritando como un ave Fénix mientras escucho al animador Cristian Valencia anunciado a viva voz mi llegada a la meta.
Lo había logrado, había corrido los 100K más exigente a la fecha; había logrado correr muchos kilómetros, más de lo imaginado, sobre una superficie inestable de arena; me había sobrepuesto al cansancio y al calor extremo; había llegado casi al vómito; había cruzado arenales, verdes praderas, caminos interiores, caprichosos senderos en medio del bosque; había visto trabajadores en faenas de campo; había recorrido orillas de playa de ríos y lagos; había corrido en caminos de asfalto; había sorprendido a lugareños a mi paso, había competido con quien se me cruzo por delante, había dado lo mejor que pude…
Había corrido cien kilómetros circundando el imponente Volcán Osorno, donde los paisajes eran verdaderas maquetas miradas de las alturas con variados colores y texturas que representaban la geografía, labrada por el vertimiento explosivo de las entrañas de la tierra, expulsada por la fuerza del volcán.
Vulcano Ultra Trail con más de cien kilómetros, más de cuatro mil doscientos metros de desnivel positivo acumulados en un circuito de extrema dureza, con diecisiete horas treinta tres minutos y cuarenta tres segundos habían quedado atrás, con un primer lugar en la categoría etaria y décimo noveno en la categoría general.
Terminé mi última carrera del año y junto a esto superaba los 1.100 kilómetros en carreras con más de 44.000 metros de desnivel positivo acumulados, con buen desempeño, en un año calendario; donde VUT 100K quiso ponerme una dura prueba al final de este intenso año.
“Los límites son un espejismo, los temores son virtuales y la edad un guarismo”.
Jaime Hume
Atleta 50+, The North Face Running Club, embajador de KMP, auspiciado por FiveFingers
Fecha de la Carrera: Sábado 5 de diciembre de 2015