Gustavo Golodny: “La alquimia del maratón”#PatagonianInternationalMarathon2023 #RaceReport

Race Report Patagonian Internacional Marathon 2023

Correr un maratón, como todo evento deportivo, tiene una alquimia: el día indicado, a la hora indicada, tienes que ser tu mejor versión. Pero claro, un maratonista promedio como yo debe afrontar una letra pequeña: hay un intento al año. Un tren que no se puede dejar pasar. El día indicado a la hora indicada, tu cuerpo, la cantidad de entrenamiento acumulado, la semana previa de descanso y la alimentación, entre otras variables, deben estar alineadas. Sucede además, que si todo eso efectivamente se alinea y luego el clima colabora… está todo dado para vivir una fiesta.

Es el maratón de Santiago de 2018. No soy runner. En casa hay zapatillas para todos los deportes, raquetas, bates, pelotas de todo tipo. Me invitas a jugar a cualquier deporte y me sumo. Soy deportista, pero no soy runner. Km 27 de la carrera, siempre quise experimentar un maratón –uno sola-, pero no soy runner. No doy más. Entrené bien, pero no doy más. Llevo 6 meses entrenando mucho más de lo que me gusta, el sol es abrazador. Nunca más voy a correr un maratón, es ahora o nunca. Continúo y finalizo en 3:59hs. Me comentan que la mitad de la carrera fue con más de 30 grados. «Esto no es parámetro, fue un infierno», me dicen. No doy más. Pero me gustó.

Edición 2020 del Maratón de Santiago. Mayo de 2023. Soy runner, sí, soy runner. Durante la cuarentena entrené en el estacionamiento subterráneo de mi edificio en un circuito de 250 metros gracias a las rampas (cuestas!) del segundo subsuelo del estacionamiento. Soy runner sin dudas. Amo esto, me la paso consumiendo contenido de running. Km 32. No me duele nada, voy genial, voy a terminar tranquilo, Pero… ¿quiero estar acá? ¿Quiero estar lidiando alrededor de 4 horas con ese desafío? Finalizo en 3:49hs. Medalla. No sé si los 42 km es mi distancia. Correr en Santiago es como correr en el patio de mi casa, amo Santiago, pero es distinto un trote de 16 km a un maratón. Tengo la sensación de que en un entorno nuevo, con lugares por descubrir, los kilómetros pasarían más rápido. Un misterio.

¿Entonces? Empiezo a pensar destinos interesantes para develar el misterio, pienso en maratones maravillosos y “sencillos” en términos de acceder a un cupo. Pienso en Roma y en Amsterdam (soñar es gratis y un Major no me tienta más que esos destinos). Me siento en el computador, click acá, click allá… y entonces una web anuncia “uno de los maratones más hermosos del mundo…”

Felizmente cuento con un amigo, un padrino en todo esto, alguien que me orienta en este mundo aún nuevo para mí. Lo llamo para conocer su opinión de la carrera y me dice «No, nunca corrí el Patagonian International Marathon, pero dicen que es espectacular. A ver, espera». A los 10 minutos está persona magnífica me pasa un código. «Inscríbete, te conseguí un cupo». Me quedé helado. Helado y agradecido sin dudas. ¿Será que no me gusta correr 4 horas? ¿Será que el entorno hace que el maratón se pase más rápido? ¿Existirá algún laboratorio mejor que el Parque Nacional Torres de Paine para realizar este experimento?

Manos a la obra, no voy a dejar pasar este tren. Realizo dos medios maratones, Viña del Mar en Abril y Santiago en Mayo, el que me deja lesionado. Empieza el contrarreloj para los 42 km en Torres del Paine en Septiembre. Llegan los nervios.

Masaje, ecografía, kinesiología, bicicleta, kilómetros al ritmo que el cuerpo me permita. El «leve derrame de líquido sinovial» en mi rodilla izquierda me deja en paz faltando solo mes y medio para la carrera.

Llegué a hacer cálculos de cuánto me demoraría caminando para ver si las 7 horas de corte me servirían. Junte km a km, entrenamiento a entrenamiento. Recuperé la confianza en un rodaje de 20 km faltando un mes para la carrera. ¿Llegar? llego. El cronómetro será una anécdota.

Me la paso viendo fotos, hablando con gente que corrió. Que el calzado, que el abrigo, que el avión, que el hotel… El maratón tiene mil cosas, pero retomemos la atención en su alquimia: el día indicado, a la hora indicada, debes ser tu mejor versión. Una sola oportunidad. No habrá revancha el domingo siguiente como sucede en otros deportes. El entrenamiento debe respaldar mi carrera, la alimentación debió haber sido la correcta, el descanso… Una alquimia. Soy de esos runners promedio. Es un maratón por año, no me da para más. Es una inscripción, un regalo que debo honrar. El sábado 9 de septiembre, tengo que ser mi mejor versión.

Entonces llega la mañana del 8 de septiembre. Despierto a las 4:30 AM, desayuno, ducha y al aeropuerto. A las 8 de la mañana estoy volando a Puerto Natales, con escala en Puerto Montt.

Aterrizo y voy directamente a la entrega de kits en el hotel “Remota”, todo muy sencillo, prolijo y evidentemente internacional. Son las 13hs del viernes, estoy muerto de sueño y acaso terminando un resfriado leve. Almuerzo y a dormir un poco. Para priorizar el descanso, elegí hospedarme a pocas cuadras de la Plaza de Armas, desde donde saldrán los buses al Parque el sábado. La Ciudad está teñida por esa hermosa moda de jeans, chaqueta y zapatillas runners que solo “nosotros” sabemos lucir. Después de Chile, Brasil copa la parada aparentemente, pero hay gente de todo el mundo. Todos estamos vestidos igual, todos nos miramos de reojo, nos saludamos y nos señalamos, como aquel meme del súperhéroe arácnido. Estamos todos acá para correr mañana.

Viernes por la tarde una siesta breve, caminata, cena y al hotel. Fue infaltable el pollo con arroz en el almuerzo y ahora las pastas en la cena. Debe ser la comida de todos el día previo a una carrera.

Sábado, 5 am. Suenan todos los despertadores del hostal al unísono. Me despierto totalmente recuperado del resfrío y descansado de sueño, lo que me hizo comenzar el día con una sonrisa. Desayuno, últimos detalles previos a partir y a la Plaza de Armas, dónde espera un convoy de buses para repartir gente en las carreras de 42km, 21km y 10km:  166, 264 y 172 runners respectivamente.

7:30 am los buses salen, todo es tan prolijo y obvio, que la gente se mueve sin ninguna dificultad.

El viaje dura 1:40 horas. Llegamos al Parque Nacional Torres del Paine. El marco es inmejorable: no hay viento, no hay nubes, la temperatura es agradable. La alquimia del maratón prepara su mejor versión. El entorno es superlativo, sin dudas, se viene una fiesta. Me bajo último del bus para terminar de alistarme.

A las 10 am super puntual, empieza la carrera. Todas las banderas del mundo, todos los idiomas, todo tipo de runner, estamos todos ahí.

Llevo un plan de carrera: los minutos aproximados que me demandará cada kilómetro (lo obtuve en la web de la carrera según mis últimas marcas) y la altimetría. Los primeros 21 k son gentiles. A cada curva aparece un lago, una montaña, un animal silvestre. Estoy demorando más que mi ritmo habitual, pero los kilómetros se pasan más rápido. El misterio se empieza a develar. Estoy encontrando las respuestas que vine a buscar (y las que deseaba encontrar). Del km 22 al 32, es todo cuesta arriba y el máximo punto de altura de la carrera. Hay subidas muy verticales, no importa caminar un rato. Cierta e inevitablemente estoy demorando más que lo habitual, pero insisto, el tiempo se pasa más rápido.

En el km 32 comienza la bajada, pero claro, uno no viene fresco como para soltarse y dejarse llevar sin más. Si en la subida sufren los gemelos, en la bajada los isquiotibiales. Físicamente es una carrera muy dura, la más dura que afronté. Pero… el entorno es mágico. Fotógrafos, hidratación y alimentación en puntos clave. Las montañas siempre claras, todo merece una foto.

Las pendientes devuelven el ritmo, si acaso pasé por “el muro” a los 30, 32km, no lo ví porque el paisaje invitaba a seguir.

El km 40 dio 4 horas en el reloj. Último tramo. Quería llegar, pero no quería terminar. Caminé, observé, tomé fotografías. Esta belleza se me iba de las manos como arena. Una contradicción querer llegar, pero no querer que finalice.

Las Torres del Paine se veían perfecto, no importaba correr. Mirar, pasear, saludar, el contexto era inmejorable.

Últimos 500 metros, se ve la meta. La gente aplaudiendo, dando aliento. La carrera va quedando atrás; última curva para que la foto finisher tenga las montañas de fondo. Aplauso, medalla y beso.

Hidratación, fruta, pastas. Cordialidad, abrazos. Música, animación. Ningún detalle librado al azar, como desde el minuto 1 desde que se confirma la inscripción. Conversé con un croata muy simpático, cambiamos casacas como en fútbol: me regaló su polera del maratón de Split y yo le di la del maratón de Santiago.

¿El cronómetro?  4:18hs. Tengo mejores marcas pero, misterio resuelto, nunca un maratón se pasó tan rápido.

Gustavo Golodny

Fecha de la carrera: Sábado 9 de septiembre de 2023

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