Andrea López: Desert Challenge Paracas 100K100k paracas desert challenge Desert Challenge Paracas 100K

2

Viajar para correr, cuando no eres un deportista elite, se asocia a otro tipo de motivaciones. En el caso de Perú, la gastronomía (ok, y el pisco sour) ya era suficiente para convencerme. Además, claro estaba la oportunidad de reencontrarme con las dunas y el desierto, a los que, después de la experiencia del Atacama Crossing, se les toma cariño.

Después de una semana movida visitando el alucinante Machu Picchu, había llegado la hora de correr 100k, una distancia suficientemente larga para convertirse en uno de los puntos de interés que me movieron a hacer esta carrera.

El día antes, nos encontramos con Nelson Sepúlveda, otro chileno loco graduado de Atacama (nos faltó Fernando Valdivieso, que sabemos hubiera estado feliz de ir), para conversar de lo que se venía y para aprovechar de probar la comida del recomendado y recomendable restaurant Punto Azul.

El día D, todos los corredores nos juntamos en Lima para comenzar el que sería un largo y agotador viaje en bus de 5 horas hasta el oasis de Huacachina, lugar de partida de la carrera, para llegar hasta la reserva de Paracas.

Poco tiempo para alcanzar a almorzar y hacer el chequeo de todos los elementos obligatorios (incluyendo 3.000 calorías, de las cuales finalmente debo haber consumido unas 600 durante la carrera -lo que no impidió que subiera de peso en los controles que hacían en los 2 check points del recorrido; 100k hacen mucho por ti pero no son la forma más efectiva para bajar de peso-).

La organización entregaría solamente agua e isotónico en el km 30 y en el 63, y los tiempos de corte eran respectivamente a las 7, 14 y 24 horas para el total (cuando no se es precisamente rápida, lo de los tiempos de corte pasa a ser un punto importante a considerar).

3La mochila debía pesar un mínimo de 5 kilos al partir, y por temor a la deshidratación (que finalmente no fue un problema, al correrse la mayoría de la carrera de noche y con agradable temperatura), cargué 2,5 litros de agua. Esta vez, a diferencia de Atacama, iba con velcro afirmando mis polainas para que no entrara arena a las zapatillas -efectivamente, bien puestas fueron impenetrables-. La carrera no incluía orientación de manera declarada, estaría marcada por luces químicas cada 200 metros y una buena parte sería por caminos marcados por los autos en la arena (si bien me perdí sólo durante unos 10 minutos, lo de la marcación no fue muy al pie de la letra, y costaba saber si estabas en la ruta, lo que le añadió dificultad a la carrera).

Los primeros 30 km de la carrera fueron con arena y dunas, con bastante subida, pero logré mantener un buen ritmo. Los siguientes 33 km incluían una larga bajada hacia la playa con una espesa neblina, en la que me sentí muy cómoda (en este tramo, además, fui sola por varios kilómetros, y estar corriendo sola en medio del desierto se siente muy bien) y los tiempos de corte ya dejaron de ser una preocupación, logrando llegar al segundo control alrededor de las 11 horas. De ahí las cosas se empezaron a poner feas: mi tobillo, que tenía un asomo de lesión previa, empezó a quejarse; los pies me empezaron a doler al pisar, ya fuera que caminara o corriera; y se me cerraban los ojos por el sueño, al punto que tuve que salirme del camino para un «power nap» de 15 minutos.

No tengo tan claro qué puedo cambiar para mejorar estos problemas, seguiré probando y entrenando más, pero de todos modos son parte del encanto de los ultras: sufrir. Si la carrera se hubiera terminado en el kilómetro 63, la verdad es que no hubiera tenido mucha gracia para mí. Junto con el dolor y el sueño, empezaba a salir el Sol (que, por suerte, se mantuvo misericordioso) y, si bien correr de noche había sido genial, ya tenía ganas de ver las formas y colores del paisaje más claramente. Paracas era hermoso, pero era difícil apreciarlo lo suficiente en ese momento, sobre todo en los últimos 17 km, por una pista de ceniza y barro con bastantes irregularidades, que hacían que pisar, para mis pies adoloridos, fuera una crueldad. A esas alturas, había decidido seguir caminando hasta la meta, aún cuando hubiera bajadas muy corribles, pero atrás mío se asomaba un grupo donde habían mujeres, y eso reactivó mi lado competitivo, así que hice todo (marcha rápida, fartlek al ritmo de mis canciones favoritas) para que no me alcanzaran, etc.

Al faltar unos pocos kilómetros, me dicen que voy séptima de las mujeres, que siga a ese ritmo, lo que me da ánimos, aunque podrían haber dicho que iba 35 y hubiese funcionado igual.

Llegué a la meta un poco después de 19 horas de competencia, con la ultra satisfacción que sólo puede entregar un ultra maratón. Y a eso, se le agregó la buena noticia de que Nelson (otro de los 3 chilenos en competencia) había llegado primero, qué mejor.

A pesar de los 500 veces que me pregunté «¿por qué me metí en esto?» durante la carrera y de apenas poder caminar tras terminarla, ya estaba viendo en qué carreras inscribirme en los próximos años en las revistas que nos regalaron al llegar a la meta. Los ultra maratonistas no tenemos arreglo, y espero que nunca lo tengamos.

Andrea López

Fecha de la carrera: Viernes 19 y Sábado 20 de Julio 2013

 

Siguenos en Twitter @Runchileweb aquí
Hazte Fan en Facebook aquí

Comentarios

comments