Me pidieron escribir de la Maratón Internacional de Viña del Mar, para dar testimonio de mis 21 minutos de PR y la experiencia vivida.
En el 2013 corrí la maratón de Berlín, y llegué a la meta sólo por orgullo, no me retiré en el km 38 debido a que mi señora no me lo permitió con su incansable apoyo. Esa experiencia fue traumática, por lo que me cuestioné por un buen tiempo si sería bueno volver a correr una maratón.
Me saqué el cansancio físico y mental del cuerpo y decidí correr Viña del Mar. Un lugar el cual me permitía ir acompañado de mis papás, a quienes quería interiorizar en el entorno lindo y sano de una maratón y mi familia.
Así fue como lo primero que hice fue ir a un deportólogo, luego de una serie de exámenes médicos me coloqué en manos de Isaac Baeza, coach de mi club Santiago Runners, quien diseñó un plan y un objetivo con trabajo de acondicionamiento físico, pistas y largos.
De esta forma, de entrenar 3 ó 4 días a la semana tuve que obligatoriamente pasar a 5 días, aumentando el kilometraje y haciendo caso a Sebastián Letelier estuve siempre atento al pulso para evitar el sobreentrenamiento, de esta manera, si había que descansar, lo hacía.
Luego de 16 semanas de entrenamiento llegó el esperado fin de semana. Al llegar a Viña del Mar fui a retirar el Kit, trámite expedito en una feria pequeña y bien ubicada, pero que la organización tendrá que preocuparse más de ésta si quiere posicionarse, ya que al parecer la Maratón de Viña tomará fuerza. Se deben cuidar pequeños detalles que a los corredores les gusta, como por ejemplo la polera tenía un tallaje que no correspondía la M parecía una XL, sumado a los pocos stand que habían le resta el atractivo de una feria de maratón.
Pues bien, llegó “el día” y los buses de acercamiento ubicados en 18 Norte, al costado de la Petrobras funcionaron impecable, por lo menos no escuché ningún comentario negativo al respecto.
Llegué a la partida, me ubiqué bien adelante para no tener que zigzaguear pasando corredores de otros objetivos. Pistolazo de la alcaldesa y a concentrarse en llevar un ritmo fijo de 4:50 el mil y no pasar el pulso programado.
Eran los primeros kilómetros y la banda de la Escuela Naval en Las Salinas nos sorprendía con unas bellas entonaciones, los aplausos respectivos de los corredores se hicieron notar a tan lindo gesto. Luego el primer punto de hidratación Gatorade, nada que reclamar al respecto, todo muy bien organizado salvo que en algunos puestos sólo había isotónicos y nada de agua, cuestión que cambió radicalmente y de buena manera del Km 25 en adelante, para la suerte de los maratonistas que con tanto gel en el cuerpo ya sólo pedimos agua en algunos trayectos.
En lo personal, era primera maratón que me tocaba con un circuito de ida y vuelta, asunto que me gustó ya que te daba la opción de ver a los punteros e incluso a tus compañeros de Club en varias partes del trayecto. Así fue como llegamos a la primera recta y vuelta en el km 10 cerca de la Universidad Federico Santa María, marcando un tiempo de 48:30, por debajo de los 50 minutos que era el objetivo.
Seguí corriendo concentrado disfrutando del ambiente, y de lo grato que era no escuchar ningún automovilista furioso tocando la bocina y gritándole a un Carabinero por tener el tráfico detenido, felicitaciones a la gente de la Quinta Región por su comportamiento y cultura deportiva, muy lejos de lo que ocurre en Santiago.
Seguía en el kilómetro 16 y mis papás a quienes hice participar con un punto de hidratación aguardaban pacientemente, el respectivo saludo y a seguir con el ritmo fijo en 4:52 el mil.
Luego vino la media, a 1:42:33, kilómetro 22 y veía a uno de los primeros caídos de mi Club, lo que me hizo pensar que no es tan plana y suave la carrera, no aflojé y seguí. En el kilómetro 23 Víctor Ríos Novoa, ex atleta chileno, arriba de su bicicleta me saludaba y acompañaba durante el trayecto sin dejar de hacerlo hasta los últimos 100 metros de la meta.
De esta manera corrí acompañado la segunda mitad, lo que me ayudó a marcar el ritmo y recibir hidratación de agua de forma constante. Luego vi un par de compañeros más a la orilla de la ruta, cuestión que me hizo ver que sería dura, pasaron los punteros Galaz y Uribe pegados camino a la recta final, lo que daba cuenta que me acercaba al kilómetro 31, seguí con mi ritmo dando la vuelta en Concón con frescura física y mental para a enfrentar el último tramo.
Desde el kilómetrom 33 al 38 hubo una serie de bajadas y subidas, unos falsos planos que me hicieron mermar las piernas y hacer difícil mantener el ritmo de 4:53, llegando incluso en el kilómetro 35 cerca de Montemar a correr a 5:10 el mil, lo que me asustó un poco, pero regulé de inmediato.
Llegué a mi fantasma personal, el Kilómetro 38, tenía una deuda con él desde Berlín, pero ahora estaba con fuerza, un poco contracturado los gemelos, lo que me obligó a cambiar la pisada, pero de todas maneras la adrenalina me hizo apurar el paso, así llegué al kilómetro 41 sector 5 de Reñaca, a sólo 100 metros de la meta mi familia y amigos estaban apoyándome, miré el cronómetro y vi que la tarea estaba cumplida, no aflojé e hice un sprint final que me permitió pasar un par de competidores, pasé la meta con la satisfacción de haber cumplido y no haber fallado a los que creyeron en mí.
Busqué mi medalla, caminé al encuentro de mi familia en un largo trayecto de soledad que me sirvió para darme cuenta que se pudo, que el sacrificio valió la pena, estaba orgulloso y emocionado, después de todo, uno sacrifica varias cosas por este Hobby.
Por último fui recompensado con un rico asado en familia post maratón. Sin duda que algún día volveré a correr esta maratón.
Héctor «Tito» Zavala
Fecha de la carrera: Domingo 12 de octubre de 2014