Catalina Langlois: “Correr NY fue una gran experiencia, pero sigo creyendo que esto recién comienza”#NYMarathon2018 #RunchileRaceReports

Mi experiencia con el Maratón de Nueva York comenzó varios meses atrás, cuando se abrieron los cupos para participar en la carrera y me di cuenta de que tenía el tiempo necesario para entrar en forma directa (2:59 en MDS). Este sería mi sexto maratón, tercer Major y, por supuesto, quería igualar mi marca anterior.

Desde un principio me enfoqué en hacer una buena temporada de preparación, que se transformó en un largo período de 29 semanas, lo que en algunos casos te lleva a un gran desgaste físico y mental, sobre todo, al ver que todos tus compañeros de equipo ya han corrido sus respectivas maratones y tu sigues en controles de 30k. Pero traté de darle una perspectiva positiva, tomándolo como una ventaja, un tiempo extra para pulir las inseguridades y sentirme extremadamente cómoda con mi ritmo objetivo.

Partí a Nueva York con un plan simple: correr a 4:10 min/km durante gran parte de la carrera y subir el ritmo a 4:20 min/km en tres tramos específicos (de 2 km aproximadamente) con un desnivel positivo. Difícil objetivo, sobre todo considerando los reiterados comentarios de personas que insisten, con razón, en que el maratón de Nueva York es de gran complejidad técnica y, por tanto, es prácticamente imposible mejorar las marcas personales.

Partimos

Y partimos a Estados Unidos cinco días antes de la carrera con mi entrenadora Paulina Arias. Ese día me desconecté por completo de Chile, de los whatsapp del colegio, de los turnos, los permisos, los miles de pedidos escolares, cumpleaños y presentaciones de final de año. Estaba en modo carrera y sólo quería pasarlo bien, no sobrepasarme con los kilómetros de caminata (ese error ya lo había cometido en el Maratón de Boston), dormir lo más posible y llenarme de energía positiva. Los días previos se podía ver cómo la ciudad giraba en torno al maratón; Central Park era un espectáculo con sus banderas y miles de corredores entusiastas y nerviosos porque sabían que ese domingo tendrían que sufrir. Yo también era una de ellos.

Traté de ser lo más ordenada posible con la alimentación e hidratación, no cambiar en nada lo utilizado en el MDS de este año, ya que todo había dado resultado. No suelo hacer carga de carbohidratos más de un día y medio, para mí no funciona el exceso de comida porque me hace sentir pesada. Me concentro en comer sólo arroz blanco, que es fácil de conseguir y siempre es igual en todas partes del mundo. También como cada dos horas o menos Natur que traigo desde Chile en grandes cantidades.

Básicamente esa es mi dieta, además de agua y pastillas de sal.

Camino a la largada

El domingo me levanté a las 4:30 AM y me fui directo al hotel Kimberly, la sede oficial de los chilenos para el maratón, donde me junté con mi hermana, mi cuñado y el resto del equipo TYM. Desde ahí salía un bus en dirección a la largada en Fort Wadsworth de Staten Island.

Es un viaje de 45 minutos aproximadamente, donde ya se puede ir sintiendo el nerviosismo de todos y se dan los últimos consejos para los más novatos. La carrera se va haciendo una realidad y te encuentras vestida como oso (a las 6 AM la temperatura no supera los 7 grados), con una bolsa llena de chocolates kitkat y guagüitas, con la mejor actitud para esperar alrededor de 3 horas sentada en el suelo.

La organización es perfecta de principio a fin. Siempre encuentras voluntarios dispuestos a dar información oportuna, millones de baños por todos lados, y comida y bebestibles a elección; lo tienes todo. A una hora para la largada me dirigí a mi color y corral (wave 1, blue, B), me saqué los kilos de ropa que llevaba encima y prendí mi reloj en modo carrera (estaba muy preocupada de que mi gps estuviese listo esta vez).

Me encontraba tranquila, con la mente en blanco esperando la largada con el clásico «New York, New York» de Frank Sinatra. El día estaba perfecto para hacer una buena carrera (tuvimos suerte con el clima), y yo estaba segura de que así sería. Suena el disparo y comienzan los gritos. Allá vamos!!!

A correr

Se hace difícil cruzar el puente Verrazano, no sólo por su pendiente, sino porque hay mucha gente y no se puede acelerar el paso (al menos al ritmo que tenía planeado). Decidí tomármelo con calma, respetar la velocidad de los demás corredores y, cuando viese la oportunidad, apretaría el acelerador y me concentraría en estar cómoda con el ritmo.

Quienes me conocen saben que en los primeros 5k soy desordenada y tiendo a acelerar, pero esa era mi primera prueba y debía aprobarla. Ya en el km 3 empecé a regularizar el ritmo y me fui detrás de dos latinos. Es imposible estar ajeno al espectáculo que te rodea, mucha gente por ambos lados de la calle gritando, bailando, cantando, niños con sus carteles que esperan que choques sus manos, bandas de música. ¿Cómo no vas a contagiarte de esa energía?

Los primeros 21k fueron fáciles y cómodos, respetando ritmos y tratando de mantener la postura lo más relajada posible. Luego vino el temido segundo puente, Queensboro (km 26). Sabía que en este punto comenzaba mi carrera real, pero traté de no pensar en el cansancio de mis piernas con tanto sube y baja. Debía mantener el ritmo y, si era posible, acelerar. Hasta ese momento, iba adelantada en algunos segundos de mi plan idóneo, así que estaba segura y más mentalizada que nunca de que iba a bajar las 3 horas.

Comencé a utilizar todos los recursos que había aprendido en el último tiempo. En mis dedos de las manos tenía los nombres de mis cinco hijos, me acordé de cada uno, sacando su mejor cualidad y transformándolo en energía pura. Bloqueé cualquier posible dolor que sintiera. Dejé de enfocarme en las personas y sólo me concentré en mis sensaciones, en la respiración. Apuntaba a las mujeres, me acercaba a ellas y después las pasaba. Así crucé los últimos dos puentes y me encontré con el falso plano en subida que va desde Harlem hasta el ingreso al Central Park (km 37). Sabía que era mi prueba final, porque muchos corredores estaban a un costado del camino o simplemente bajaban el ritmo. Pero aún tenía energía y muchas ganas, aceleré un poco más el paso y entré a Central Park. Quedaba lo último, tenía que aguantar!!!

Ya en el parque (km 39) vi a mi entrenadora Paulina Arias, gritando como las locas. Eso fue un shock de adrenalina a la vena, no sólo por sus gritos, sino porque las dos sabíamos que habíamos mejorado la marca y que todo el trabajo y pasión que uno le pone a este deporte dieron fruto.  No me acuerdo muy bien de los últimos 3k, se me hicieron cortos, sólo estaba feliz y agradecida al máximo.

Al momento de cruzar la meta y detener el reloj, no pude creer lo que veía. Corrí más rápido de lo esperado. Fueron 2:55:45. Una mezcla entre cansancio, dolor, alegría y gratitud. Los voluntarios seguían aplaudiendo por ti, preguntándote a cada segundo cómo estabas, felicitándote por el simple hecho de cumplir con los 42 km y estar aún de pie. Mientras me alejaba de la meta lentamente, en dirección al punto de encuentro con mi hermana, me fui acordando de cada persona que me ha apoyado en este proceso.  De todos los que han aportado, de distinta manera, para que yo pudiese estar aquí, vivir una gran experiencia y seguir creyendo que esto recién comienza. Gracias equipo TYM, a Saucony Chile, y a mi familia y amigos.

NY 2018

  • 2:55:45
  • 47° General mujeres
  • 2° Latinoamericana
  • 1° chilena

 

Por Catalina Langlois

Maratonista amateur y mejor chilena en el Maratón de Nueva York

Fecha de la carrera: Domingo 4 de noviembre de 2018

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