Esta carrera sí que se veía difícil, más aún cuando en la semana previa habían cambiado el kilometraje de 35k a 39k… esto eran palabras mayores para mí… nunca había hecho esa distancia en cerro, por lo que estaba muy preocupada por poder terminar la carrera.Nunca me planteo las carreras de esa forma, siempre pienso en terminar, pero no estaba preparada para los 39, por lo que cruzar la meta esta vez se transformaría en mi podio.
Comencé muy tranquila, por lo que en los primeros metros me pasaron todos y pensé que en esta carrera había puros pro… así que feliz de correrla atrás de ellos por lo menos. También corrí con bastones, algo que no había probado, pero me he dado cuenta que cuando me concentro, corro como caballo de feria, es decir, da lo mismo en qué condiciones corra, si hace calor, si algo me molesta en las manos, si algo me duele, etc., no me importa, yo corro.
Eran 20 km de subida y mentalmente estaba preparada para demorarme no menos de 6 horas en total para los 39 km, aunque tenía mi comodín bajo la manga, mi compañero de carreras que iría conmigo todo el camino, pensaba que por último si decidía parar a morirme en el medio del camino, el me gritaría hasta levantarme nuevamente. Como gran parte de la carrera íbamos los dos solos, fui muy concentrada por lo menos las tres primeras horas con subidas que eran eternas con un hermoso paisaje, pero eternas y el bastón sonaba y sonaba por lo que trataba de encontrar un ritmo que me recordara una canción, para así seguir y no pensar en el cansancio.
Ya después de cuatro horas de carrera, nos encontramos con la nieve, pero yo en ese punto ya estaba de mal humor. Tenía hambre y estaba cansada de subir, pero justo me doy cuenta que estamos en la mitad de la carrera y el paisaje de la laguna fue alentador y energético para continuar el camino, vimos a un cóndor que nos pasaba por encima y pensé: “qué lindo espectáculo!, será que nos ve cómo comida?, menos mal que no y pasó de largo… jajaja.
Para las bajadas soy pésima, para la mala suerte de mi compañero que me tenía que esperar por cada diez metros de bajada. Bajamos por nieve, piedras sueltas, tierra, hasta que por fin pudimos comenzar a correr. Mis piernas ya se sentían aliviadas de dejar de bajar y me sentí muy cómoda en ese tercio de carrera.
Cuando ya quedan los últimos 10 km fueron un nuevo aliento, nos fuimos encontrando con más compañeros en el camino hasta que casi llegando al kilómetro 32… me caí… en un sector plano! Habíamos llegado a una planicie pero justo al medio del camino había una piedra que asomaba su punta y de repente me vi en el suelo. Me dolió el codo y vi que me había roto, aunque a esa altura del camino una rompedura de piel no era nada, así que no quedaba más que seguir corriendo.
En el último puesto de hidratación nos dicen que todavía queda gente corriendo por lo que me alegré y me dije! Qué bien! No soy la últimaaaaaa!! Así que continúe con paso ligero los últimos kilómetros, cuando vi la meta me evalué y pensé: “estoy a punto de terminar los 39 km, llevo siete horas y me siento bien, podría seguir corriendo más…”, y esa sensación fue lo mejor!
A pesar de ser una inexperta en el cerro, el no saber muy bien como orientarme, el no tener piernas para resistir, el no saber bajar… sí tengo la cabeza para aguantar, por lo que nada es imposible si uno se lo propone.
Esto puede sonar repetido o sacado de una propaganda, pero es verdad, si uno tiene la convicción puede realizar lo que se proponga. Terminar estos 39 km sólo son el comienzo de las ultra maratones. Impossible is nothi
-Lorena Troncoso-
Fecha de la Carrera: Sábado 24 de Agosto de 2013
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