Romina Bellemo: ¡La hice! La emoción al cruzar la meta#RunchileRaceReport #TorrencialValdivia

Race Report Travesía Torrencial Valdivia 2017


He participado en las tres ediciones de Torrencial Valdivia. Y cada una de ellas fue para mí una experiencia completamente distinta. A la primera llegué gracias a mi instinto curioso, y por esas cosas de la vida que, a prueba y error, y por uno u otro camino, me llevaron a donde tenía que estar. Me enamoré, así sin más, en la primera corrida y caída, de este hermoso deporte que, sin duda, es mucho más que eso.

En la segunda edición, corrí los 11 km después de haber experimentado en un par de carreras de trail, sólo con la excusa de conocer nuevos lugares de manera distinta y motivarme con el deporte. Me inscribí y fui sola a Torrencial 2016, conociendo muy poco de este mundo, sin entrenar ni saber de zapatillas de trail, menos de desniveles, energizantes o mochilas de hidratación.

Ese día y fortuitamente, después de llegar a la meta, conocí al que hoy es mi profe y “pepe grillo”, Cristian Valencia, la “Voz del Trail”, quien me invitó a participar de su grupo de entrenamiento en Santiago, a lo que nuevamente mi sentido curioso no pudo negarse. Así fue como empecé a entrenar con el Team Corredor Kaizen y, de un momento a otro, todo cambió. Entendí que debía cortar algunas cosas (fumar, carretear los viernes, dormir hasta tarde los findes, etc.).

Empecé a conocer este fantástico mundo del trail, a personas maravillosas, que siempre con una sonrisa y un “¡vamos!” me dan más energía que un shot de cafeína o cualquier gel o suplemento que hasta ahora haya probado. Además logré conocerme, aceptando y desafiándome a mí misma como nunca antes.

La Travesía Torrencial


Así, después de un año de muchas aventuras, de aprender mucho, de hacer más deporte del que nunca imaginé en mi vida; de hacer amigos, algunos de los cuales hoy siento como familia, llegó la tercera versión de Torrencial. Carrera a la que no dudé en inscribirme nuevamente, instando a mis amigos y compañeros a asistir también. Soy valdiviana de origen y no puedo dejar pasar la oportunidad de alabar a esa encantadora ciudad que forma parte de la mujer que soy hoy en día.


Me sumé a la Travesía, la sola idea de recorrer los ríos de mi ciudad, ahora desde otro ámbito, con mis amigos traileros, me llenó de ilusiones y sonrisas, no pensé en si estaba preparada o no, sólo dije: ¡Vamos!


Día uno: Del mar por la selva al río


Al fin llegó el día y reconozco que tenía mucha ansiedad, mariposas en la guata, como si fuera a encontrarme con el amor de mi vida. Fuimos la primera distancia de toda la carrera en largar. Y el viento sureño en su máximo esplendor se hizo sentir, mientras que la lluvia nos dio tregua en ese momento. La playa amaneció hermosa y pensé que nos saludaba y empatizaba con nuestros nervios. Saludos y deseos de éxito entre los que largábamos. ¡Hasta que partimos!



A la primera subida el frío pasó y los nervios disminuyeron, así llegó la concentración, conexión y esa energía que aún no entiendo de donde sale, pero que me ayuda a respirar y a subir una cuesta, a paso lento, pero sin parar.


Pasado el primer PAS, ya con lluvia encima, vino una bajada de piedras peligrosa, pero a la vez tan intensa que pensar en parar era imposible. Atrás mío, un amigo de Neuquén (Argentina), sus pasos me hicieron sentir acompañada y segura por si me caía, alguien estaría ahí para ayudarme. Por suerte, no pasó y sólo nos perdimos unos cuantos metros. La falta de cintas nos hizo retroceder y retomar pronto el camino. Hasta que apareció una extensa ladera.

La mágica Selva Valdiviana

Foto gentileza Nimbus Outdoor



El verde intenso se mezcló con el café barroso que debíamos cruzar para llegar a un camino semi plano, que se me hizo eterno (no soy buena en los planos, me tiendo a desconcentrar, caer o peligrosamente pensar que estoy cansada). Hasta que llegué al segundo PAS. Los chicos y atenciones fueron un 7, y ahí, cuando creí que faltaba poco venía lo más rudo. La lluvia ya se había declarado y no pretendía parar, las subidas seguían, y después ese bosque, ¡wow! Fue increíble, estaba tapado de niebla.


A esas alturas, ya iba corriendo sola y pasar por ahí fue fuerte. Mil imágenes en mi cabeza, pensaba en la dicha de los amigos que pueden entrenar en esos lugares, en toda la pega que hicieron para poner cintas, en que si me desconcentraba la probabilidad de perderme era enorme, hasta que llegué arriba, donde un rayo de luz abrió el camino entre la niebla. Ahora sólo faltaba bajar.


Al hacerlo me topé con otro sureño, corrimos juntos la última parte hasta la meta que era la imponente Casa Manns. El calor del fogón, los saludos de los que ya habían llegado, la buena onda y atención de los chicos de la organización; el olor a café, la posibilidad de un masaje y saber que estaba mi ropa seca ahí, fue lo mejor.

No supe de mis tiempos, ni la hora. Sólo dije ¡¡GRACIAS!!


Ahí empezó el premio para todos los que nos animamos a la Travesía. El catamarán nos esperaba calefaccionado, con comida, sopa caliente, música, y nos atendieron como visita ilustre. Todos cochinos y embarrados, pero nos sentimos en el VIP. Luego nos llevaron a recorrer el santuario, vimos los cisnes de cuello negro, ya la energía era inmensamente exquisita.

Llegamos a Valdivia y me fui a descansar porque la pega no terminaba. Faltaba la mitad.

Día dos: Del río por la selva hasta mar

Foto gentileza Nimbus Outdoor


A las 7:30 de la mañana zarpamos desde el muelle Schuster. Iba con mucho sueño, me costó levantarme ese día. Llegamos a la partida y, por suerte, hacía menos frío que el sábado y la lluvia nos dejó salir tranquilos. Entre todos los que participamos, nos dimos deseos de éxito, abrazos y largamos.

Foto gentileza Nimbus Outdoor


Aún no sé qué me pasó ese día. Creo que partí corriendo dormida y sin ganas, hasta que las primeras subidas me hicieron aterrizar, y dije: ¡ok, a esto vine, vamos! Llegó la energía otra vez y subí cuestas sin parar de correr. Puse mi máximo esfuerzo, y hasta conversé en el camino (Oscar, un lindo que cantaba, y Hugo, otro valdiviano con quien también compartimos ruta).



Me sentí súper bien, los planos los corrí entregada, sin reclamar, mientras me acompañaba un perrito que lo vi durante los dos días. Era muy rápido y me dejó atrás. Hasta que llegué bien al primero y segundo PAS. Lo hice contenta, sabía que quedaba poco.


La emoción de Pilolcura




Cuando entramos a los senderos del Parque Oncol, nos cruzamos con los rápidos punteros de 24 y 45 km. Luego de sufrir una que otra vez hasta salir de los senderos,  ahora sí, venía la última parte.

Me tomé con fe un gel que me regalaron, y le di. Corrí, corrí y corrí, hasta que vi el mar, desde arriba. Paré unos segundos a mirar y dije: “Ok, falta poco. De acá sin parar de correr”. Con esa actitud llegué hasta abajo y vi la meta. Por fin estaba en la playa Pilolcura.

Esos últimos metros antes cruzar son tan intensos e inexplicables Se activaron en mí miles de sensaciones, emociones, pensando en todo lo que logré en un año, en lo que dejé para estar ahí, mientras escuchaba voces de aliento, avanzando sin ver nada. Quería que acabara ese camino plano, pensando en cómo celebraría después, en si alguno de mis amigos estaría esperándome.

Hasta que crucé la meta y pensé: “La hice!!” Hice la Travesía de Torrencial Valdivia 2017. Y para mi infinita sorpresa, quedé tercera en mi categoría.



Sin duda, Valdivia tiene algo que me encanta y que hace de mí una mejor persona y trailera.


Gracias Nimbus!!!


Romina Bellemo
Valdiviana y trailera de corazón

Fecha de la Carrera: Sábado 24 y Domingo 25 de junio de 2017

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