Rodrigo Zegers: “Me doy cuenta de que todo este esfuerzo valió la pena”#MaratondeChicago #RunchileRaceReport

Race Report Maratón de Chicago 2023

Cuando uno está esperando para comenzar en el corral a las siete de la mañana de un domingo nublado, listo y atento al grito que iniciará tu primera maratón en familia, allí –entre el frío y los nervios– es inevitable recordar el comienzo de todo esto, al fin y al cabo ¿por qué estamos aquí?

Todo empezó hace un poco más de un año, en octubre del 2022, con nuestro papá retirado de las pistas por casi diez años, intentando encontrar la motivación suficiente para retornar al deporte que le dio tantas alegrías por más de diez años (hasta 2013 aproximadamente), y mientras nos contaba con preocupación el temor de no poder volver a correr, surge de pronto una idea: ¿y si corriésemos todos juntos? Un desafío común, un proyecto familiar que permitiría canalizar tanto su propia historia personal, encontrar una motivación sustantiva, como también las ganas de sus hijos, hijas y yernos de probar algo nuevo. No quedaron dudas.

Primero había que escoger una maratón, dado que se cumplían veinte años desde la (¿mejor?) marca de nuestro papá, realizada en Chicago, por lo que la elección resultó natural, sin embargo, también tuvimos la suerte de quedar seleccionados mayoritariamente en el sorteo de la inscripción. 

Ahora bien, una vez tomada la decisión y comprados los pasajes, correr en familia una maratón en Chicago, surgen también las dificultades en el camino. Somos una familia numerosa (Ocho integrantes del team familiar: Papá, 5 hijos y 2 yernos) y por tanto cada quién tiene distintas visiones y circunstancias al momento de prepararse, sobre todo al momento de entrenar. Cualquiera que se haya preparado para los 42K sabrá el esfuerzo, el tiempo y la energía que requiere su preparación adecuada. Si bien contamos con la amplia experiencia de [papá], y sus diversos consejos resultaron muy valiosos durante aquellos meses, los horarios y disponibilidad de cada uno no coincidían para realizar un programa de entrenamiento común. Acordamos que cada quién tuviese la flexibilidad dependiendo de sus propias posibilidades personales, aunque naturalmente muchos fueron a un mismo club (Santiago Runners), otros ingresaron a otro club (María José en TYM) y otros simplemente decidieron seguir un programa independiente de entrenamiento. 

Trabajar, correr, dormir, correr, trabajar, dormir, dormir, trabajar, correr. Por seis meses, por ocho personas, en algunos casos con hijos que cuidar y otros proyectos personales en marchas. Horas y horas y horas invertidas, entrenamientos que quedamos con ganas de más, con la sensación de que los límites de nuestro cuerpo aún estaban lejos de alcanzarse, pero también otros para olvidar y no querer salir en una semana. En cualquier caso, al día siguiente o subsiguiente allí había que estar nuevamente, con el compromiso y la motivación de una meta colectiva. Si coordinar a ocho personas no es fácil, al menos hay distintas formas de organización, pero cuestiones que todo corredor de largas distintas ha experimentado, como las lesiones y las idas constantes al kinesiólogo no pueden preverse ni evitarse. Lo bueno y lo malo se multiplica por ocho; de pronto ya era octubre.

Recuerdo en particular un momento en el avión, durante el vuelo de 13 horas a EEUU, despertando de madrugada producto de una turbulencia y mi pantorrilla derecha tensándose, con un ligero dolor, como la previa de la previa de un calambre. A mi lado mi hermano con su hijo de un año, un par de asientos adelante mi hermana durmiendo tranquila, me pregunté si era el único con el temor de no terminar, de que las piernas no respondieran, de que el entrenamiento no fuese suficiente. Ya quedaban pocas horas para aterrizar, pensé en qué se sentiría ver la meta.

Llegamos el jueves de la misma semana de la corrida, nos instalamos y a dormir temprano. El viernes fuimos de inmediato a la gran feria previo a la maratón, probablemente de las más grandes del mundo, intentando caminar lo menos posible, guardando las energías y viendo los últimos implementos. El sábado preparar la comida entre todos, comentar las sensaciones antes de la carrera, jugarse con alguna predicción de tiempo. Vimos algunos videos de años anteriores de la maratón de Chicago, mientras recordamos cualquier tip que habíamos escuchado para compartir y complementar la información que teníamos. 

Mirando hacia atrás me doy cuenta de lo rápido que pasó todo, y aquí me encuentro, en el corral de partida junto a dos de mis hermanos y un cuñado, los otros un par de letras más atrás. Nos miramos, sabemos qué es lo que tenemos que hacer, decenas de miles de personas alrededor nuestro, distintas poleras, distintos idiomas, nosotros en medio de la marea humana acompañados de la complicidad familiar. And the race begins.

La ruta es amigable, conoces la ciudad y no tiene grandes pendientes, hay mucha gente animando. De todas formas, los 42 kilómetros son distintos, tienes momentos en que sientes que todo va viento en popa y otros que solo fantaseas con retirarte, al menos tengo la suerte de poder correr unos kilómetros con mi cuñado, y luego algunos más con dos de mis hermanos, que luego continúan con velocidad y determinación. En los 30, al llegar al muro físico y psicológico, tengo a mi mamá, mi hermana y mi señora animándome, cuando más lo necesito, siento que no puedo más, pero me dan el último aire para terminar. Cuando veo me acerco a la meta y al fin entreveo el final y me doy cuenta de que todo este esfuerzo valió la pena, y solo espero que el resto de mi equipo, mi familia –que aún no ha llegado– sienta lo mismo, que nadie quede en el camino. 

Después de las medallas, los plátanos y la cerveza del triunfo, nos juntamos en la letra Z, inicial de nuestro apellido, me encuentro con quienes llegaron antes, revisamos expectantes la aplicación de la maratón para ver en cuanto llegaban los que aún corrían, rogando que no hubiera imprevistos, vamos abrazándonos uno a uno, tomando las fotos. Sólo podemos celebrar realmente cuando llega el último, y ahora sí, al mismo tiempo tranquilo y eufóricos, nos decimos que se cumplió el objetivo.

Ha pasado solo un día, tengo las piernas devastadas, y mi hermana pregunta sin titubear ¿cuál será la próxima que corremos? Comprendo en ese momento que es el inicio de una larga maratón –de otro tipo– que esta vez durará años.

Rodrigo Zegers

Fecha de la carrera: Domingo 8 de octubre de 2023

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