Como muchas características personales de la vida, existe siempre el debate entre si algunas variables se traen de nacimiento o simplemente se desarrollan… en algún tiempo se habló del liderazgo, de la fortaleza de un campeón, de ciertas condicionantes deportivas y hasta hace poco le tocó el turno al optimismo. Esta es una dicotomía que se encuentra más o menos zanjada, y explicaremos por qué.
Recordar que nuestro cerebro está programado para sobrevivir y, por tanto, es un cerebro negativo, lo que posibilita que, en general, nos centremos más en los problemas, que en las soluciones; que observemos más lo malo, que lo bueno; y que nos cueste focalizarnos más en las soluciones.
Pero también hemos comentado anteriormente que la “llave maestra” para cambiar nuestro cerebro negativo es la mente, que son nuestras emociones y nuestros pensamientos. La mente puede influir decisivamente en cambiar nuestro cerebro y potenciar todas nuestras actividades en la vida, incluidas el correr, pedalear o nadar.
Muchos corredores señalan sentirse confiados de que lograrán sus metas y objetivos en una carrera. Cuando así ocurre, esa creencia está sustentada en lo logrado en un entrenamiento, en los resultados anteriores, en ciertas habilidades desarrolladas o en las opiniones de otros. En este caso hablamos que el corredor tiene una alta expectativas de autoeficacia. Pero nuestro cerebro que no discrimina lo que es real de lo que es ficticio, intenta por varios medios decirnos que eso “no es verdad” y que “no debes creértelo”. Por ello, es muy importante generar alrededor de este cerebro muchos pensamientos y emociones positivas.
En carreras de largo aliento como lo es, por ejemplo, una maratón o un Ironman, esta variable puede ser muy decisiva, porque el diálogo que se tiene con uno mismo puede permitir disfrutar la competencia y lograr el tiempo que se ha planificado. Esto además se suma a un sesgo que tiene el cerebro: Denominado el “sesgo optimista”, que corresponde a la tendencia que tiene cada deportista de sobre estimar la posibilidades de éxito en una carrera y a subestimar las probabilidades de vivir experiencias negativas.
Lo anterior es válido para afirmar que los corredores o triatletas no son optimistas por naturaleza o por el mero hecho de manifestarlo interna o verbalmente.
¿Cómo lograrlo entonces?
Para generar el optimismo lo que se recomienda es que la mente genere de manera consciente y deliberada pensamientos y emociones positivas cuando verdaderamente se experimentan, para que así tengan una creencia real. Así cuando percibas que has hecho un buen entrenamiento no debes pasarlo por alto, si has recibido un buen comentario de otro corredor o del entrenador, no debes dejarlo pasar, y cuando logres un objetivo deseado en una carrera, también debes celebrarlo, ¡tu cerebro también lo necesita!
Al hacer eso reducirás la ansiedad y el estrés, teniendo mayor posibilidad de desarrollar conductas eficaces y tomar mejores decisiones en el transcurso de una carrera. Además los optimistas tienden a una mayor adherencia a los procesos (abandonan menos los entrenamientos), cumplen de manera más rigurosa los entrenamientos, descansan adecuadamente, se alimentan mejor y cumplen a cabalidad con el proceso de recuperación frente a una eventual lesión.
Estudios concluyeron fehacientemente que los optimistas entrenan más horas, son más perseverantes y generan mayores recompensas intrínsecas que hacen perdurar la motivación mucho más tiempo.
“Tu cerebro es tu autodeterminación”
Rodrigo A. Cauas E.
Psicólogo Deportivo
CEO de EMD Entrenamiento Mental Deportivo
Miércoles 13 de mayo de 2020