Desde mi más tierna infancia que me molesta sentir frío. Me parece detestable la idea de ir a un lugar con bajas temperaturas y prefiero mil veces estar en un ambiente cálido. Sin embargo, los paisajes nevados me producen cierta fascinación y sensación de tranquilidad que es muy difícil de encontrar de forma natural en otro tipo de clima. En Santiago podemos ir a la cordillera y encontrar nieve, pero si a esa nieve le sumamos bosques de lengas cubiertos de nieve y centenares de arbustos con lágrimas de hielo colgando de su follaje, lo transforman en una postal invernal perfecta que sólo podemos encontrar hacia el extremo austral de nuestro continente.
Si lo anterior no es suficientemente atractivo para ir desde Santiago hasta Punta Arenas para apreciarlo en vivo y en directo, agregamos una carrera con raquetas de nieve. Con eso ya se transforma en una propuesta y un desafío que no puede ser ignorado, razón por la que no me pude negar a volver a participar en esta gélida pero gratificante carrera.
El ambiente que se genera en torno a esta carrera es de una camaradería poco habitual. Las situaciones que se generan desde que uno arriba al aeropuerto, llega al hotel y convive con otros corredores, con personal del hotel y con los organizadores de Olimpo, le agregan a este evento una dimensión humana que hace que se disfrute la experiencia completa desde el arribo mismo. Llegando a coronar el clímax máximo de emoción en la carrera misma, al poder recorrer esos nevados paisajes que para quienes venimos de menores latitudes sólo han sido vistos por televisión o en películas de navidad del otro hemisferio.
Respecto a la carrera misma, mi objetivo principal era ir a disfrutar tanto como el año pasado, por lo que me di el tiempo de detenerme a tomar fotografías y disfrutar del silencio y las impresionantes vistas. En esta ocasión había una intensa bruma que no dejaba ver el Estrecho de Magallanes, pero hacía lucir el lugar con una atmósfera diferente.
Sabiendo ya lo cansador que era correr con raquetas de nieve, sobre todo por la empinada “Cuesta del Silencio”, plantee una carrera relajada, dosificando esfuerzo pero a un ritmo continuo llegando a bajar el tiempo total del año anterior, por lo que se puede decir que esta carrera fue satisfactoria en muchos aspectos.
Algunos amigos que venían por primera vez, sufrieron con las raquetas y el clima, pero lo compensaron con la golpeadora fascinación de contemplar el nevado paisaje. Todos ellos lograron el objetivo final de cruzar la meta demostrando en el cansancio de su rostro el duro esfuerzo al que habían sometido su organismo. Nunca imaginaron ver en primera persona un paisaje nevado de semejante belleza, que si bien puede ser retratado en las fotos, no puede ser experimentado con los 5 sentidos como se logra al momento de enfrentar al desafío supuesto por esta carrera.
Ya finalizada esta corta pero intensa experiencia, todos volvíamos a la monotonía de nuestras vidas con una sensación de alegría y satisfacción, agradeciendo a la naturaleza por brindarnos un blanco y gélido espectáculo que por su belleza o por el cansancio de la carrera, nos dejó sin aliento en más de algún momento.
Mauricio Reveco
Fecha de la carrera: Domingo 24 de agosto de 2014