Race Report CCC de Mont Blanc 2017
Mont Blanc para muchos es como un examen para pasar de curso, con un nivel de dificultad que de principio a fin intimida, es una carrera donde también están los mejores corredores del mundo y frente a un escenario majestuoso y deslumbrante: los Alpes.
Para estar ahí primero debes correr carreras que te den un puntaje que te permita postular y luego pasar por un sorteo aleatorio. No fue hace mucho tiempo que, por primera vez, oí hablar del trail running. Poco después decidí pasar de correr en calle a incorporarme a un club de trail -más que nada porque me gusta mucho la naturaleza y consideré que era un buen desafío correr por los cerros-. En este club conocí a esta “gente loca” que corría distancias que para mi parecían demenciales ¿De otro modo, cómo alguien puede correr 80, 100 ó incluso 160 km sin detenerse para dormir o comer? Y yo tenía a estos personajes frente a mi y su apariencia física no era distinta a la de un deportista “normal”. Y al hablar con ellos, no eran ermitaños ¡no! Tenían vida, trabajo, pareja… en ese entonces, nunca me iba a imaginar que poco tiempo después yo iba a ser una más de este grupo de locos que disfrutan correr ultramaratones por los cerros.
Así pues, con las dificultades que pone Mont Blanc, tuve la ventaja de clasificar la primera vez que postulé a la distancia CCC de 100 km con desnivel de ascenso total acumulado de 6.200 metros. Estaba feliz, tendría la oportunidad de vencer un nuevo desafío, en uno de los lugares más bellos del planeta… sabía que no sería una prueba fácil, debía entrenar para lograr mis objetivos: Disfrutar de esta experiencia, dejarme encantar con los paisajes, correr sin sufrir, sin dolor ni fatiga extrema y, por supuesto, llegar a la meta.
La preparación no fue nada sencilla. Bueno, mi consuelo es que nada es fácil; el cansancio del trabajo, el frío del invierno, la fatiga muscular de entrenar 6 días a la semana a veces ponían difícil la tarea de perseverar, pero a pesar de todo eso pude cumplir bien el plan, disfruté mucho el proceso y llegué en buenas condiciones físicas a la carrera.
Llegado a este punto, te invito a correr conmigo. Deberemos empezar la carrera a las 9 de la mañana en un pueblo de Italia internado entre las montañas llamado Cormayeur. La emoción de estar ahí ya es inmensa, el ambiente de la gente del pueblo y de los corredores que vienen de todos los países del mundo para estar acá, te llena de adrenalina. Sientes una mezcla de emoción y temor de lo que está por iniciar y sólo esperas que todo salga bien y que en ojalá menos de 20 horas más estés llegando a la línea de meta.
La partida inicia con una subida por el filo de una montaña, durante 10 largos kilómetros. Si te tomas unos segundos para mirar a tu alrededor ves hacia arriba una fila india de corredores subiendo en zigzag eternamente hasta una cumbre que aún no puedes ver, hacia abajo ves un hermoso valle completamente verde y a un costado, justo frente a tus ojos el bello Mont Blanc, con su elegante glaciar cubriendo la parte alta de la montaña. Sigues subiendo por un tiempo que ya dejas de percibir. Cuando llegas arriba, a 2.500 metros de altura y vuelves a detenerte y mirar a tu alrededor piensas que sólo estar allí y ver la increíble belleza de ese lugar ya justifica el esfuerzo que hiciste para llegar hasta ahí. Vale la pena todo lo que pueda venir luego de eso porque será un regalo adicional, sentir el viento, el cielo azul, el olor, las montañas, el Mont Blanc. De pronto recuerdas que estás en una competencia, que debes continuar por muchas horas más. Ahora, por fin viene una bajada, ¡qué corta parece ser! Luego algunos kilómetros de terreno con poco desnivel. Si estudiaste la ruta sabes que éstos serán demasiado escasos en el resto del recorrido.
Pronto otra vez te ves ascendiendo hasta 2.500 metros y ya casi te empiezas a acostumbrar a los paisajes cuando de pronto, dejas de verlos porque las nubes te cubren, cubren todo. Algunos corredores se detienen para sacar de sus mochilas ropa de abrigo y sólo esperas que el clima no haga más difícil esta prueba. En la cumbre está la frontera con Suiza, justo en un tercio del recorrido total y a modo de bienvenida te regalan una larga bajada, con un terreno amigable, donde puedes correr a un buen ritmo por 10 kilómetros antes de detenerte de manera obligada para mirar (o admirar) desde lo alto el pueblo Champex-Lac. ¿Qué pueblo de cuento es este? Te internas por algunos kilómetros en este pueblo y recorres parte de sus calles. Ya estás en la mitad de la distancia, aunque muscularmente te sientes bien todavía, igual el cansancio empieza a aparecer. Te da mucho ánimo cada vez que llegas a un puesto de abastecimiento, en ellos no sólo recargas agua y comida, sino que también recargas energías con el ánimo y gritos de aliento que te entrega la gente que está ahí. Necesitas esta energía sobre todo a partir de ahora porque sabes que la segunda mitad del trayecto tiene un mayor grado de dificultad que lo que ya has hecho hasta acá.
Otra larga subida, sientes la fatiga así que bajas el ritmo, te internas en un bosque, ya casi no ves corredores delante o detrás de ti cuando comienzas a oír el sonido de unas campanas, imaginas que más arriba en la ruta habrá gente dando ánimo a los corredores, pero después te das cuenta de que no es gente, tratas de distinguir qué hay entre los árboles y pronto notas que son vacas, que tienen grandes campanas en su cuello, ellas te dan la bienvenida a sus territorios y te miran con curiosidad. Ya en la bajada se pone a llover y comienza a oscurecer así que te detienes unos minutos y sacas tu linterna frontal y chaqueta impermeable. No te das cuenta y de pronto estás en la oscuridad de la noche, con lluvia, barro y piedras. Kilómetro 75: Ya te declaras en estado oficial de cansancio, pero te espera otra larga subida, aquí por fin está la frontera con Francia y a continuación otra eterna bajada, bajadas que ya no son rápidas porque las piedras te impiden pisar con confianza, debes ir con mucho cuidado de no caer, te preguntas ¿ya no hay más planos? ¿ya no hay más paisajes? Te guste o no… no los hay y no queda más que resignarse y seguir.
Bueno, sigues… kilómetro 85, sabes que comienza la última subida, pero ya no quieres ascender más -en realidad no quieres subir más porque ya no quieres bajar más- ya duele todo. Es la última, pero jamás termina ¡jamás! Es eterna, miras hacia arriba y no ves n a d a … no sabes cuánto queda, el reloj dice que vas en el km 95, y no entiendes, ¿por qué sigues subiendo si ya deberías estar llegando a la meta? Te angustias un poco, pero algún corredor que va cerca de ti te da ánimo. Por fin la cumbre, por fin la última bajada, también inacabable, también difícil. Por fin luces, por fin Chamonix, el pueblo donde ya corres a la meta, crees que vas corriendo rápido (como si llevaras 5 kilómetros) pero llevas 105, así es que no, no vas rápido.
Divisas la meta al final de la calle. Te emocionas al ver personas animándote. Sorprendida de encontrarlas, a las cuatro de la mañana, dándote ánimo, gritando como si entendieran la emoción que sientes, lo que significa ser una persona que luego de la oficina sale a disfrutar la felicidad de recorrer con sus pies las montañas…
Llegas a la meta. Has recorrido por más de 19 horas las montañas Alpinas que rodean el Mont Blanc. Ha valido la pena. Tu premio es haberlo logrado, no quieres nada más.
Karmina Valenzuela
Fecha de la carrera: Viernes 31 de agosto de 2017