Race Report Maratón de Nueva York 2017
Seguramente la mayoría de quienes están empezando a leer este Race Report corrieron alguna vez los 42K de Nueva York o han leído bastante acerca de este maratón. Por lo mismo, me enfocaré en comentarles a grandes rasgos cómo fue mi preparación y el día de la carrera.
Sin embargo, mi impresión es que para dimensionar lo que realmente es esta carrera hay que vivirla, o más bien dicho, sufrirla.
Preparación
Mi preparación para Nueva York comenzó al día siguiente del Maratón de Santiago, prueba en la que había logrado mi PB en la distancia (2:41:30). Según lo planificado en conjunto con mi entrenador, Martin Arias, tomaríamos una semana de descanso total, más otra de descanso relativo, para luego retomar los entrenamientos a partir de la semana del 17 de abril.
En total, serían 29 semanas de preparación, con un volumen promedio de 110K. El objetivo era uno solo: mejorar la marca.
Para lograrlo, pusimos el foco en los entrenamientos de intensidad en la pista, más un aumento de 10% del volumen semanal respecto del realizado en el ciclo previo. Los test de lactato periódicos serían el indicador que nos diría el dato preciso sobre cómo el organismo estaba asimilando las cargas de entrenamientos.
Para no entrar en tanto detalle, en general el ciclo fue positivo. Salvo un bajón ocurrido a comienzos de septiembre atribuible a esos factores externos que como amateurs no podemos controlar, pude asimilar bien los trabajos, aumentando la velocidad en la pista y disminuyendo los lactatos en los entrenamientos de ritmo.
A diferencia de las maratones en Europa, Nueva York tiene prácticamente la misma hora que Santiago, por lo que este tema no sería un factor relevante. Lo único necesario era precuparse de estar lo más tranquilo posible el viernes y sábado previo. Apenas aterrizamos mi preocupación principal era comenzar el carboloading según el plan estipulado, aplicando el mismo protocolo utilizado en abril, y que dicho en simple consistía en meterle al cuerpo la mayor cantidad de carbohidratos de rápida asimilación que fuera posible.
Con el descanso y la nutrición ok, llegaba el momento de correr. Estaba pleno, con confianza, energía y fuerza. No habían excusas.
Race Day
04:15 am y suena el despertador. Un café rápido, algo de Powerade, más un par de panes con Nutella en la pieza del hotel y al bus que nos llevaría a la partida. La espera de tres horas aproximadamente en el Fort Wadsworth de Staten Island pasó rápido. En ese lugar ya se empieza a vivir la fiesta pues, a diferencia de Boston (maratón en la que también hay que esperar un buen rato antes de partir), aquí se percibe un ambiente más relajado, quizás porque para la gran mayoría de los participantes buscar una marca en particular no es lo principal.
La infraestructura era la ideal para la espera y el clima acompañó. Mientras, el café, comida, isotónicos y cientos de baños químicos ayudaron a que en el momento del encajonamiento todos los detalles estuvieran resueltos.
El momento de la partida es épico. En mi caso salí en corral Naranjo A1, en la primera ola. Pude ser testigo en primera línea de la partida de las mujeres elite y del calentamiento de profesionales masculinos, quienes largaron a un costado, en el corral Azul. El himno nacional de Estados Unidos fue un momento realmente sobrecogedor.
Pistolazo y finalmente a correr.
El primer kilómetro te deja claro lo que se viene. Subidas, subidas y más subidas, con bajadas violentas. Todo el circuito es así, falsos planos para arriba y falsos planos para abajo, lo que transforman a esta carrera en un desafío bastante “muscular”, por decirlo de alguna manera.
Saliendo del Verrazano Bridge comienza la fiesta en la calle. Miles de personas, familias completas, rodeando el trayecto se toman la ciudad, demostrando el compromiso que existe por estos 42K, y que es lo que lo hace tan único.
La postal se repite por cada uno de los 5 distritos que atravieza el recorrido. Y a medida que uno avanza, también la cabeza empieza a jugar. Te preguntas, cuándo llegará el dolor, cuándo se empezarán a apretar las piernas, cuándo te pasará la cuenta la altimetría. Un clásico de los maratonistas.
Saliendo del eterno Queensboro Bridge (kilómetro 26 aprox.) se empezaron a prender las alarmas. Los gemelos un poco más apretados eran la señal de que el rigor del trayecto había golpeado, pero la verdad es que me dio lo mismo porque igualmente podía meter kilómetros bajo el pace planificado sin tanto esfuerzo. Por eso, pese a que el plan era promediar 3.45 por kilómetro hasta ese lugar y luego castigar un poco a 3.50, intenté sostener el paso inicial.
Pero tras algunos kilómoetros el sube y baja de la First Avenue, repleta de gente por ambos costados alentando, me hizo comenzar a pagar. Había que apretar los dientes, pera dura como me gusta decir, no quedaba otra, y tratar de contener a la mente, apelando al espíritu medio animal que nos hace abrazar con tanta pasión esta distancia.
Pasado el 30K me di cuenta que el sub 2:40 no sería posible, por lo que me olvidé del reloj y solo traté de mantenerme enfocado en caer lo menos posible. El falso plano en subida que va desde Harlem hasta el ingreso al Central Park fue la parte que más sufrí, por lejos. Se me hizo eterna.
A estas alturas ya eran decenas los corredores afectados por la altimetría del ciurcuito y la humedad que nos tocó. Muchos caminando o parados a un costado intentando volver a enchufarse en la carrera.
Fue así como los kilómetros finales sólo fueron aperrar y disfrutar del aliento de la gente que en algo ayudaban a sostenerse. El tramo por el interior del Central Park pasa rápido; lo mismo que la recta de la 59th St. previa a la meta.
Post Race
El 2:43:23 estuvo por sobre las expectativas previas. Hay que ser sincero con uno mismo si lo que se quiere es mejorar. Pero como alguna vez dije, pese a no lograr la marca, lo que queda es el proceso; todas esos entrenamientos de madrugada, las dobles jornadas, los largos y el sufrimiento en los trabajos de pista, no son en vano y siempre terminan dando sus frutos.
Sobre el Maratón de Nueva York, te pueden pintar de 50 formas diferentes cómo es esta carrera, pero finalmente lo que queda es la experiencia de cada uno, porque por cada maratonista hay una historia diferente para contar.
Lo que sí, me declaro infinitamente afortunado por haber tenido la posibilidad de correr este maratón; tengo la suerte enorme de poder levantarme todos los días a correr, que es algo que me apasiona profundamente y me moviliza a hacer otras cosas.
Y no me canso de repetir lo siguiente: lo bonito de esto es que, independiente de cuán rápido seas capaz de correr, al final del día todos quienes cruzamos la meta en un 42K sentimos la misma pasión, y demostramos el mismo compromiso y disciplina por este hermoso deporte.
Agradecimientos
Finalmente, quiero aprovechar este espacio para agradecer a quienes me acompañaron en este proceso. A Saucony Chile por la indumentaria de primerísimo nivel, a los cracks de MedPro Clínica y a Felipe Araya, clave en todo lo relacionado con la nutrición; a todo el equipo de Azerta, por lejos la mejor agencia de comunicaciones de Chile; y al directorio completo de la Fundación BostonRun (al que pertenezco).
Especialmente, dedico este Race Report a mi entrenador, Martin Arias, por su incansable dedicación, consejos, y por ser la persona que me desafía a confiar en mis capacidades, he impulsa a seguir adelante con más fuerza. A mis partners de entrenamiento del TYM, grandes deportistas y mejores personas, por todo su aguante a la distancia; a Renato y Nicolás Fernández – mis cuñados que también corrieron -, ya que si no fuera ellos este viaje no lo habría hecho, y a mi familia por la paciencia, cariño y apoyo de siempre.
Un abrazo a todos, muchas gracias por haberse dado el tiempo de leer este Race Report.
Vamos x más!
Felipe De Larraechea
TYM
Fecha de la carrera: Domingo 5 de noviembre de 2017