Cuando corremos, es habitual que nos crucemos con otros runners. A algunos les conocemos porque los vemos habitualmente, otros ni nos suenan. Pero da igual, todos son corredores, como nosotros, compartimos afición, casi diría modo de vida, son otros locos de las zapatillas, gente con la que existe esa complicidad de saber que tenemos algo en común: Sudamos y sufrimos igual.
Y eso es motivo suficiente para saludarnos. No hace falta que sea nada efusivo, no es necesario detenerse a charlar ni mucho menos, es suficiente con una palabra amable —“Hola”, “¿Qué hay?”, “¡Vamos!”, “¡Ánimo!”—, o incluso un leve movimiento de la mano si vamos justitos y preferimos no hablar.
Los corredores tenemos la buena costumbre de saludarnos cuando nos cruzamos. ¿O quizá no está tan extendida esa costumbre? Vamos a comprobarlo.
por Javier Serrano (Martes 2 de septiembre de 2014)