Race Report Maratón de Boston 2025
Hace 16 semanas empecé a entrenar para Boston, una carrera que por más que sabía que no era fácil no deje que me asustara. Fue como cualquier otro entrenamiento solo que esta vez sí me enfoqué en entrenar exactamente lo que mi gran coach me planificaba.
Más de dos veces a la semana me levantaba a las 5:20hrs para poder cumplir mi plan como correspondía e incluso, me propuse hacer doble jornada los jueves, pero siempre cuidándome para no lesionarme. Mi compromiso era total, porque sabía que no se trataba de una maratón más, se trataba de correr Boston, maratón que muchos anhelaban poder correrla y yo tenía la suerte de estar ahí.
Desde el momento en que pisé suelo estadounidense sentí algo distinto. En Boston, correr no es una afición, es una distinción. Te valoran por estar ahí, y eso se respira en el aire. La ciudad entera vibra con la maratón. Las calles, las tiendas, los afiches, los corredores… todo se convierte en parte de una gran fiesta que celebra el esfuerzo, la perseverancia y el amor por este deporte.
El viernes fuimos a la Expo, que, aunque es una locura de gente, ya empieza a sentirse como el preludio de algo grande. Con mi grupo nos cuidamos, nos apoyamos y disfrutamos cada momento previo. Ya el día de la carrera, nos levantamos temprano, nos equipamos y partimos rumbo a Garden Park para tomar el bus que nos llevaría a Hopkinton. La organización nos dejó sin palabras: Miles de personas moviéndose con precisión, cada grupo hacia su bus, cada bus hacia su destino.
En Hopkinton nos despojamos de la ropa extra y caminamos hacia la largada. El clima nos acompañó y todo estaba perfectamente ordenado. El trayecto hasta mi ola fue una caminata de casi un kilómetro, tiempo suficiente para poner anticipadamente la mente en carrera. Ahí nos separamos con mis amigas, nos deseamos suerte y cada una supo que ya era momento de ir a buscar lo suyo.
Largamos, y lo primero que te impacta es la alta densidad de gente saliendo al mismo tiempo. Me imagino que todos, como yo, tenían en la cabeza esa bajada que muestra la altimetría los primeros 10 kilómetros y la advertencia eterna: “Cuida las piernas”. Pero con tanta gente, avanzar al ritmo que tenía planeado fue casi imposible. Ya al terminar el primer kilómetro te sorprende una subida inesperada, y ahí confirmé que esto no sería fácil. No era una carrera para salir a romper cronómetro, era una carrera para correr con inteligencia.
Entonces decidí cambiar mi estrategia, ir más lento, guardar energía y esperar hasta el kilómetro 25 para no morir en las subidas que ahí comienzan. La mítica Heartbreak Hill me esperaba, y sabía que, si llegaba fundida, me pasaría la cuenta.
Partes cargado con tu propia carga de energía y te encuentras desde el kilómetro 0 hasta el final, con gente animando, voces, aplausos, carteles, familias haciendo asados en sus patios, niños y adultos ofreciendo agua, naranjas, hielo, hasta besos si los necesitas, todo un conjunto de emociones y compañía que logran mantener esa carga energética hasta el final. Es un carnaval de energía que hace que sea imposible no emocionarse.
Es un circuito duro, más duro de lo que imaginaba, una verdadera montaña rusa de principio a fin, no son solo 4 subidas las que hay que enfrentar, son a lo menos 10 o más, y después de cada bajada te encuentras con una nueva subida. Cuando crees que al llegar a la cima de Heartbreak Hill se terminan estos vaivenes, te das cuenta de que siguen, que aún quedan más altibajos. Y te ríes sola, porque ya estás entregada al desafío y tu única certeza es que no sabes cuantas más quedarán.
No soy experta en estudiar las altimetrías, ni mucho menos en maratón, esta fue recién mi quinta, y sé que me queda mucho por aprender, pero lo que sí puedo decir con certeza es que Boston siempre sorprende. Exige cabeza, corazón y piernas a mil, todo trabajando juntos, y como en toda maratón, uno se apaña a sí misma, se empuja y se descubre. Boston te pone a prueba, y si estás dispuesta y te entregas, esta te inyecta de emoción.
En los últimos 4 kilómetros traté de recuperar lo que había soltado después del 33. Me dije: “anda a sensación” y así fue. Corrí con el corazón, con la mente puesta en llegar entera, sin que las piernas me dejaran tirada justo antes de las dos últimas subidas que sabían que vendrían justo al llegar a la meta, y llegué. Cruzar esa meta fue un momento cargado de emociones. Una mezcla extraña de felicidad plena y una pena difícil de explicar cuando no sale lo que tenías planeado.
Pero hoy, solo 3 días después, puedo decir que estoy feliz.
Cada maratón es un espejo, y esta me devolvió una imagen que me emocionó, porque cada proceso es una enseñanza, y como dijo el Papa Francisco: “Nuestra vida es la empresa más grande del mundo. Ser feliz es dejar vivir a la criatura que habita dentro de nosotros, libre, feliz y sencilla.”
No puedo cerrar esta historia sin agradecer a mi gran equipo SRC, a mi entrenador Omar Aguilar, a mis amigos que me acompañaron en cada paso del proceso, y con quienes compartí este viaje único. Tampoco podría haberlo hecho sin el apoyo incondicional de mi marido y mis hijos. No se trata solo de estar ahí: Es el tiempo que te dan, la energía que comparten, la fe que ponen en ti. Todo lo que el amor verdadero entrega en silencio, para que tú puedas brillar.
Es difícil escribir estas líneas con tantas emociones a flor de piel. Pero si algo me deja esta experiencia, es la certeza de que ser feliz no es ser perfecto, sino abrazar lo que somos y disfrutar lo que logramos, con sus luces y sombras. Boston no es solo una carrera más para mí, es una aventura que te transforma y hoy, me siento más viva que nunca.
Bárbara Romero Elías
Fecha de la carrera: Lunes 21 de abril de 2025