Estimados amigos y colegas runners, voy a contarles sobre mi primera carrera cross country: Los 26K Vuelta a Aculeo.
Siempre he sido un corredor de calle, me gusta el tema del ritmo y la homogeneidad que otorga el asfalto, y la explicación que encuentro es que desde pequeño fui inquieto pero hiperlaxo, lo que me valió innumerables botas de yesos por esguinces provocados en juegos y excusiones por cerros.
Sin embargo, luego de ocho años corriendo en pavimento y tras la maratón de Montevideo, quise probar algo nuevo y refrescante, pero de calidad probada. Aculeo me cayó como anillo al dedo, pues es una carrera con 12 años de tradición, tiene una parte de cerros y un buen tramo asfaltado (¡lo mejor de los dos mundos!). Ideal para un novato en estas lides como yo.
Muchos amigos la han corrido varias veces, algunos más de diez. Y siempre me relataban lo entretenida pero dura que era. Como no he estado entrenando decidí “tomármela con andina” y dejé mi reloj en a casa, ¡adiós a la dictadura del cronómetro y el GPS!, ¡Bienvenido a jugar!
Llegamos con mi señora y mi amigo Carlos Gallardo (quienes me acompañaron, pero no la corrieron) a las 9:00am al camping Los Álamos. Retiré mi número, diviso a Felipe Van de Wyngard y la Pame Tastets (futuros ganadores sin duda, me dije, y no me equivoqué). Saludo a mis amigos del Santiago Runners y nos quedamos echando la talla hasta el inicio de la carrera.
Como no ha llovido los últimos diez días no habrá grandes pozas ni exceso de barro, nos tocó un día nublado y fresco, perfecto. Le dije a mi señora y amigos que calculaba, llegaría por las dos horas 10 minutos a un ritmo cómodo. Los 240 corredores salimos a las 10:00am, yo muy relajado fijándome en las piedras y surcos del camino, “¡no quiero esguinzarme!” me repetía. Cuando tras los primeros kilómetros empezaron unas empinadas subidas, repecho, subida y más subida, la laguna se apreciaba lejos y abajo. Y súbitamente, como en una montaña rusa, unas bajadas tremendas.
Para mi las bajadas son un regalo, me salen fácil, y empecé a descender velozmente, pillando a varios corredores una y otra vez. Otra subida larga a pura cadencia y la bajada en “trineo”. Sin proponérmelo me sentí tan bien que le empecé a meter ritmo y se acabó el paseo: comenzó la carrera.
Todo bien hasta el inicio del asfalto, allí supe que me quedaban 14 kilómetros por delante. Y estaba en mi elemento, lo que me dio confianza. Seguí pillando corredores pero como no conocía el circuito no tenía idea cuánto quedaba. Sólo sabía que al pasar por la comisaría de Aculeo quedaban unos 8 km aproximadamente y que a falta de unos 800 metros uno vuelve a meterse a un camino de tierra hacia la meta en el camping Los Álamos.
Una vez frente a Carabineros me figuré más o menos cómo iba a enfrentar los tramos finales. Mis piernas comenzaron a alegar por el trajín de los cerros. Me dolían mi gemelo y banda iliotibial derecha cerca de la rodilla, pero no bajaba el ritmo. El paisaje es maravilloso y la ruta mucho menos ondulante, lo que hacía menos tortuosa la situación. Me pillaron un par de corredores a un ritmo fuertísimo “cielos, ¿estaré guateando o estos tipos son secos?” me preguntaba. Pero como seguí pasando –con dificultad- a otros corredores me incliné por la segunda opción.
A lo lejos veía a una línea de corredores y tras cada curva me decía “ahora van a desaparecer, allí estará la entrada al camping”, pero no, por allá se seguían viendo, lo que me descorazonaba. El final fue una carrera a ciegas y sabía que me quedaría sin bencina pronto. Mi mente inició un diálogo: “Aguanta hombre, ¿o mejor aflojo?, ¡no! Quiero llegar pronto. Pero me duelen las piernas. ¡Nica yo sigo!” en eso estaba cuando gran sorpresa: No más corredores a la vista, ¡El camino al camping!
Doblo por el camino de tierra, un corredor que había empezado a caminar me ve y retoma el trote, lo trato de pillar pero el camino pedregoso y mis ajetreadas piernas no me lo facilitaban. Fueron largos esos 800 metros finales, no logré pillar a ese corredor. Entro al camping, el locutor me da la bienvenida “Allí viene Adrián Rodríguez en 1 hora 55”. ¿¡Qué!? Cruzo la meta en 1:55:53 incrédulo, había corrido 26 kilómetros a un ritmo de 4:27min/km. Quedé 35 en la general y 6º en mi categoría 40-44. Muy contento con mi debut.
En la llegada me topo con Felipe Van de Wyngard, nos saludamos (nos conocimos en Isla de Pascua el 2012). Le pregunto cómo le fue, “gané, ¿y la Pame? Debe estar por llegar” me comentó. Felipe ganó con 1:33:47 y Pamela ganó en 2:02:56. Un nuevo triunfo del matrimonio Vande-Tastets.
Mis amigos del SRC fueron llegando, la buena onda de los corredores es notoria (ahora sé porque se autodenominan “La Cofradía”, fui parte de ella), había café, té, leche, milo, frutas, chocolates, galletas, ¡hamburgesas! Un grupo de masajistas aliviaba las piernas de los corredores. Los acompañantes de algunos atletas comenzaron a hacer asados. Una fiesta.
Esta, más que una carrera, es una gran experiencia. Agradecido de Olimpo por su organización y a La Cofradía por su acogida. Se las recomiendo totalmente. Será hasta la próxima amigos, nos vemos por la ruta.
Adrián Rodríguez
Fecha de la carrera: Sábado 21 de junio de 2014