Una tremenda sorpresa fue recibir la invitación de Runchile a compartir mi experiencia como trail runner en los 21 km del Endurance Challenge The North Face 2013, que año a año convoca a los más experimentados, osados, insaciables y amantes de nuestro accidentado y desafiante relieve geográfico. Y qué, independiente de la distancia objetivo de cada corredor, la sola idea de unirse a los cerros a enfrentar el terreno, la distancia, el clima, poner a prueba nuestra capacidad adaptativa fisiológica, permitir la conexión de mente-cuerpo-espíritu, sentir que lo dejas todo y el imperdible “tercer tiempo” hacen que a esta modalidad de running se sumen cada vez más chilenos y extranjeros.
Esta fue la quinta versión del Endurance en la cual participo. En el año 2008 y 2009 corrí 10 km y en 2011, 2012 y 2013 fueron 21 km, ya que es una distancia que personalmente me acomoda, me permite aplicar resistencia, velocidad y técnica, pero lo más importante es que la disfruto mucho.
Ya a principios de este año conversábamos con los amigos decidiendo la distancia que enfrentaríamos en el desafío 2013, para el que hay que entrenar responsablemente para enfrentar en las mejores condiciones posibles los desniveles de los cerros y llegar a la meta, ojalá, libre de lesión y obtener una pronta recuperación mediante un trabajo regenerativo. Pero como lo perfecto es enemigo de lo bueno, a principios de la semana entrante de la carrera sufrí una contractura del sóleo, músculo posterior de la pierna izquierda que me provocó ruido mental, emocional y físico. Fue un “tate quieta” y ante eso realicé natación para relajar mis tejidos y mantener la base aeróbica e iniciar rehabilitación con la ayuda de mis colegas de Clínica Santa María.
Aún así estaba nerviosa, no sabía si lograría enfrentar los 21 km con velocidad y toda la energía y profesionalismo con la cual me dispongo a estos desafíos. Pensé que tal vez estaba cansada o sobre entrenada tras 2 competencias de triatlón algo cercanas entre sí. Tras la última intervención de kine del viernes, un k-tape instalado en tríceps sural y un par de analgésicos-antiinflamatorios, confié en que estaba en un 90% y que con ello llegaría a la meta sin dificultades. Por ahí escuchaba a algunos: “Estás segura que vas a correr? “obvio” respondía… “esta fiesta del trail running no me la pierdo”.
Uf qué carrera esta! Tragicómica como nunca otra; de todo ocurrió. Te das cuenta que puedes tener una táctica de competencia y que sin embargo las condiciones climáticas, los suministros de agua y comida y cualquier detalle del evento te puede jugar una mala pasada.
Tras la rutina de calentamiento con los amigos, movilidad articular, estiramientos necesarios y un par de fotos, comienza la instalación de los accesorios de batalla y, surge el primer inconveniente, el monitor cardíaco sin el chip de registro. Bueno dije, correré según sienta mis pulsaciones tal como lo había realizado en algunos entrenamientos, lo cual permite conocer la sensación de esfuerzo con distintas intensidades.
Ya en la masa de gente, me adelanté para comenzar justo en la línea de partida y esperar con saltitos para mantener las pulsaciones elevadas al momento de partir. Salí como flecha tras la cuenta regresiva y en los primeros 800 metros me enfrenté al segundo inconveniente: ninguno de los punteros sabía en qué dirección continuar, el camino no estaba señalizado en esa zona ¿Subíamos o bajábamos el cerro?
Retomando la aventura, apareció el tercer inconveniente… el radiante Sol cayó sobre nosotros a las 9:30 de la mañana con todo su esplendor, sintiendo a cada minuto que sudaba cada vez más y que tendría que dimensionar mis energías para finalizar los 21 km. Me mantuve en segunda posición de la general mujeres y en la masa puntera, hasta que comencé a ver borroso, mareos y más sudoración asociada al esfuerzo en las subidas. Pensaba: “debo retener sal en el cuerpo”. El calor me dejó en tercera posición y pronto una insospechada caída en bajada me dejó cuarta. Rápidamente un solidario runner me agarró y levantó, agradecí y continué. No había tiempo de mirar o pensar en lesiones, sólo supe que iba embarrada, mis calzas se rompieron y una mano ensangrentada, pero había que seguir.
Más subidas, más calor, con sensación de deshidratación y más esfuerzo físico, ya en quinta posición. Sin embargo, intentaba disfrutar la carrera, sentirme cómoda y aprovechar mis habilidades técnicas para recuperar ubicación. Sabía que en los descensos del cerro llegando a los 15 km aproximadamente, rápidamente lograría alcanzar a las raudas chicas, siempre y cuando no sufriera dolor o pinchazo en la pierna izquierda.
Con todo mi esfuerzo y muy concentrada logré quedar en cuarto lugar en el km 16 y adivinando el camino! Hubo zonas no señalizadas (se rumoreó que los “motoqueros” sacaron las tiras con que se marca el circuito). Cuando ya se divisaba la meta a lo lejos, unos 2 km tan solo en subida restaban para el merecido descanso y esa sensación única de haber vencido esta prueba del trail running.
Qué felicidad y relajo al finalizar los 21 km y lo mejor, la tercera parte de compartir la vivencia, comida, masajes, fotitos y espera de los resultados que upss, estaban todos mezclados. Ya que los problemas surgidos de la señalización, hizo que muchos acortaran camino… Y hasta hoy no sabemos qué ocurrirá! Sólo sé que llegué en cuarta posición general de mujeres con 2 horas 31 minutos. Me quedo con los amigos, paisajes, rendimiento y 21 km cumplidos y el mejor regalo… la experiencia.
Agradezco a todos quienes me apoyaron y ayudaron a rehabilitar mi lesión, gracias a ellos competí, crucé la meta y no me lesioné. Gracias KMP y en especial a Pancho Devia, kinesiólogo, por el masaje descontracturante que odié al principio, pero agradecí luego de 20 minutos.
I don’t care, I love it! Love trail running! Vamos por más!
Concu Jaeger Ricalde
Fecha de la Carrera: Sábado 19 de Octubre de 2013
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