Pilar Pardo: «La vida y el running siempre te dan revanchas»#NewBalance #NYCMarathon #PilarPardo #RoadRunners #RunchileRaceReport #Sparta

Race Report del Maratón de New York 2017

El desafío

En noviembre de 2015 corrí el Maratón de Nueva York por primera vez. En esa ocasión, y por distintos motivos, llegué al minuto de la partida muy desconcentrada, por lo que en esa oportunidad pude mantener mi plan sólo 20 kilómetros y el resto fue puro sufrimiento hasta llegar a la meta. En ese mismo momento pensé: “algún día volveré por la revancha”. Ésta llegó de la mano de un concurso en mi trabajo, Sparta. Como tenemos la representación exclusiva de la marca New Balance, nuevo auspiciador del Maratón de Nueva York, nos entregaron algunos cupos para sortear entre los trabajadores. El desafío: si corrías 100 km en un mes entrabas a una tómbola donde podrías salir premiado. No estaba segura si este era el mejor momento para entrenar para un maratón porque había pasado todo el 2016 lesionada producto de una fractura tibial por estrés, había retomado los entrenamientos en forma muy paulatina, había ingresado a Road Runners recién hace 1 mes con el objetivo de entrenar un medio maratón, y estaba terminando un Magíster por lo que combinar pega, estudio y entrenamiento de maratón se veía como una tarea difícil.

Empecé a juntar kilómetros hasta que llegó el último día, había sumado 100,5 kms. Llegó el sorteo, corrió la tómbola, Pilar Pardo. ¡No lo podía creer! Me tapé la boca cual Cecilia Bolocco, entre la alegría de haber ganado y el nerviosismo de tener que entrenar nuevamente para Nueva York… ¡estando a sólo 15 semanas! Inmediatamente le escribí a Pablo González, coach de Road Runners y le dije que necesitaba un plan urgente. Nos juntamos al día siguiente, me entregó mi plan, me subió a la aplicación del club y ahí empezó la aventura.

Plan de entrenamiento

Todo el entrenamiento lo realicé junto a mis compañer@s de Road Runners, aspecto fundamental para mantener la motivación y la fuerza mental durante todo el proceso. De a poco fui subiendo la carga, intentando alcanzar a los maratonistas del club que iban también a Nueva York, quienes ya estaban más avanzados en su progreso. Fui viendo que los entrenamientos en pista tenían sus resultados, estaba aguantando bien los largos, podía mantener los ritmos que me exigían y lo mejor, mi antigua lesión no aparecía por ninguna parte. También hubo momentos más difíciles, algunos dolores que empezaron a molestar: un tobillo rebelde, una molestia en el piramidal (músculo que descubrí que existía) y días de entrenamiento en que las cosas no salen como quieres, pero no faltaba el grito de algún compañero del club “¡dale que tú puedes! ¡Imagina que estás subiendo uno de los puentes de Nueva York!” y eso era energía pura a la vena… ¡a seguir!

Fueron pasando las semanas y en el whatsapp del grupo de los que íbamos a Nueva York empezó a aparecer el temido cartel “quedan 30 días”, “quedan 15 días”… el nerviosismo empezó a crecer, junto con mi emoción por volver a ser parte de esta fiesta del deporte a nivel mundial.

Los días previos

Con mi novio Cristian partimos unos días antes para alcanzar a disfrutar algo de la ciudad. El viernes llegó el grupo de Sparta que también habían sido premiados para ir a correr, éramos 7 en total, por lo que nos juntamos todos y fuimos a la Expo Maratón. Algunos de ellos nunca se habían subido a un avión y ahora estaban ahí, en una de las ciudades más alucinantes del mundo. La emoción era muy fuerte… Ahí logramos encontrarnos también con Carlita y Felipe, de Road Runners. Hicimos unas fotos y recorrimos la Expo, con un stand impresionante de New Balance, el auspiciador oficial, y muchos otros stands llenos de cosas entretenidas para los que disfrutamos de esta pasión. ¡Qué ganas de comprarse todo!

El sábado partimos tempranito haciendo un trote de activación con el grupo de Sparta. Entre medio, nos arrancamos a tomarnos la foto oficial con Road Runners. ¡Por fin logramos encontrarnos todos! Saqué mi bandera gigante e hicimos la foto con Central Park a nuestras espaldas y un hermoso día soleado. El resto del día fue descanso y sobrecarga de carbohidratos (la mejor parte del entrenamiento); luego dejar todo preparado e intentar dormir temprano, para llegar descansada al tan ansiado día.

Domingo 5 de noviembre: Día de la carrera

Desperté a las 5 AM nerviosa, expectante, pero sobre todo feliz y con muchas ganas de enfrentar este desafío. Me vestí, tomé desayuno y salí abrigadísima rumbo a la partida. Toda una odisea, ¡porque me demoré más de 3 horas en llegar! Entre caminar al metro, tomar uno equivocado, preguntar, tomar otro metro… no logré llegar al punto de encuentro con Vero y Felipe, de Road Runners, con quienes habíamos quedado en juntarnos antes de tomar el ferry. Mal. Pensé que no podía desanimarme y que tendría que hacer sola todo el trayecto a la partida. Tomé el ferry de las 8 AM con la esperanza de encontrarlos, pero fue imposible, ¡estaba repleto! Dejamos el ferry en un tumulto de corredores de todo el mundo, caminando apretujados a uno por hora. Después de mucho rato, logré llegar al bus. Nos trasladamos hacia la partida y recién las 10:15 llegué al recinto de partida. ¡Por fin!

Mi horario de largada era a las 11, por lo que cuando llegué ya estaban llamando a encajonar a mi grupo. “Esta es la última ola, su última oportunidad de correr el Maratón de Nueva York 2017” decían en el altavoz. Fui al baño corriendo y después directo al encajonamiento, mientras me comía el gel que tenía planificado para antes de partir; me fui sacando la ropa de abrigo mientras avanzaba, tirándola por los aires, hasta que por fin entré. Creo que no alcancé a ponerme nerviosa ni a pasar frío, cuando suena el himno de Estados Unidos, luego “New York New York” de Frank Sinatra y… ¡pum! El disparo dando la largada oficial. ¡A correr se ha dicho!

Partir corriendo en subida el Verrazano Bridge no es fácil, sumado a un viento fuerte que entró en ese momento y una llovizna que acompañó toda la carrera; sin embargo, recordé los consejos de nuestro coach Pato Rodríguez en la charla técnica previa al maratón y lo tomé con calma, me fui a un ritmo muy tranquilo, mientras disfrutaba la emoción de estar viviendo nuevamente esta experiencia. Logré pasar el primer puente y cuando voy bajando comienza a escucharse un fuerte estruendo, como si fuese entrando a un estadio. Doy la vuelta, entro a Brooklyn y aparece una multitud de personas animando, gritando, tocando las típicas campanitas de maratón; bandas musicales en ambos lados de la calle que te animan a bailar mientras corres. ¡Un ambiente de euforia y celebración! De a poco fui entrando en el ritmo de carrera planificado (5:55 – 5:58) y me enfoqué en mantenerlo, mientras iba dejando atrás los kilómetros subiendo por la Cuarta Avenida. En la muñeca llevaba mi planificación de carrera, donde además había marcado los kilómetros donde tenía que tomar agua, isotónico, gel y pastilla de sal.

En la milla 4, me encontraría con mi primera barra chilena, la sobrina de mi cuñado, Javi, con su marido Álvaro, quienes se encuentran viviendo en Nueva York. Se aproximaba la esquina donde estarían, así que corrí hacia mi izquierda, abriendo bien los ojos para que no se me fuera a pasar… ¡no hay nada más frustrante que no ver a tu barra cuando la estás esperando! Y de repente… ¡ahí estaban! Javi gritó a todo pulmón: “dale Pili, corre!! Dale!!”. ¡La seguí escuchando como 2 cuadras más allá! ¡Me puse tan feliz de verla! Fue una inyección de energía enorme para seguir el recorrido. Mi próxima barra estaría en el km 25, así es que a concentrarse hasta ese momento.

Casi sin darme cuenta llegué al km 10, un cuarto de maratón. Pensaba en todos mis compañer@s de Road Runners, de Sparta, amig@s y familia que seguramente estaban mirando la aplicación. Sentía muy fuerte su apoyo a la distancia, imaginándome los whatsapp que estaban entrando con mensajes de aliento. Me sentía bien, la llovizna me mantenía fresca y físicamente todavía ninguna molestia. Empecé a leer los carteles de la gente, ¡Había algunos realmente chistosos! Me fui viendo las banderas, observando la gente en las calles, algunos neoyorquinos haciendo un asadito mientras veían pasar a los corredores… si bien es el único major que he corrido, ¡el ambiente de Nueva York es realmente inigualable!  

Km 20. Segundo puente a la vista: Pulasky Bridge. Puse primera y comencé la subida. Si bien era un puente corto, tenía una subida bien empinada, la cual nuevamente me tomé con calma. Saliendo del puente entré al tercer barrio que marca este maratón, reflejado en los carteles que ya comenzaban a avistarse “Welcome to Queens!”. La pasada por este barrio se hizo rápida, un par de vueltas y de repente estaba frente al mayor desafío del recorrido: el tercer y temido Queensboro Bridge. Comencé lentamente la subida, concentrada en que no importaba el ritmo. “Pasos cortos, movimientos de brazos, codos hasta atrás”. Recordaba todos los consejos recibidos en el entrenamiento. “A la salida del puente está mi barra!” pensaba para darme ánimo y fuerza a las piernas. Hasta que empecé a sentir la bajada. Di el giro, tomé agua y empecé a buscar la bandera chilena. ¡Unas cuadras más allá los encontré! Mi gran amiga de Sparta, Jose; nuestra ex compañera y amiga Totoa, quien viajó de Chicago para venir a vernos, y mi novio Cristian, los 3 apretados entre todos los que esperan a sus maratonistas, con la bandera de Chile colgando por la barrera. Fue tanta la alegría de verlos, tenía ganas de llorar de emoción, pero en cambio subí los brazos y ¡grité como una loca! Para mí el mejor momento de la carrera reflejado en un acierto fotográfico.

Nuevamente inyección de energía a la vena para seguir avanzando por la Primera Avenida. El ambiente en Manhattan estaba muy entretenido y de a poco logré retomar mi ritmo. ¡Iba feliz! Los kilómetros pasaron rápido y de pronto ya estaba empezando la subida del cuarto puente, el Willis Avenue Bridge, el cual da inicio al quinto barrio, el Bronx. La vez pasada que corrí Nueva York en este tramo iba muuuy cansada, y totalmente ida, por lo que casi no recordaba estas calles. Esta vez no y lo disfruté a mil. Ya en el puente pude ver a una chica del Bronx, dando la bienvenida a su barrio y alentando a los corredores mientras decía que ya quedaban muy pocas millas. Tenía razón, ¡ya venían los últimos kilómetros! Saliendo del puente, bandas de hip hop y coros de góspel animaban el ambiente. El paso por el Bronx se hizo muy entretenido, por lo que el último puente lo encontré casi plano. No pude dejar de sonreír al ver el cartel que sostenía un hombre, al cual también había visto en el 2015 en el Madison Bridge y que decía: “Last damn bridge”!

Llegué cerca del km. 35, en la plaza Marcus Garvey… ¡y ahí estaba de nuevo mi novio! Emocionada, esta vez no pude evitar parar y darle un beso. Seguí corriendo mientras él me grababa y animaba gritándome toda la vuelta a la plaza. Nos despedimos diciendo que nos veríamos en la meta y tomé la Quinta Avenida para enfilar rumbo a Central Park. En ese momento empecé a sentir el cansancio en las piernas… definitivamente fueron los kilómetros más pesados, donde la carrera te sorprende con una nueva subida antes de entrar al parque. Mi ritmo empezó a bajar y me estaba costando mantener la velocidad; sin embargo, seguía fuerte de mente y pensaba que no importaba el tiempo, sólo quería llegar bien y que no apareciera el temido “muro”. Acudí a mi mantra, consejo que nos había dado el Pato en la charla técnica y pensé: “tengo 5 sobrinos preciosos… un kilómetro por cada sobrino hasta llegar al km. 40”. Así que me concentré en eso, no miré más el público y fui avanzando lentamente, pensando sólo en el siguiente kilómetro.

En eso estaba cuando llegando al km 39 escucho “Aquí estamos con Pili…”. ¡Era Folo haciendo transmisión en vivo para Runchile! Nos pusimos a conversar y acordamos irnos juntos a la meta haciendo algunos videos y transmisiones. Empezamos a avanzar y me vino un último golpe de energía. Entre las videos, la conversa y la entrada al Central Park que es un momento increíble, no me di un cuenta y estábamos en el km. 41. ¡El muro no había aparecido!

Volví a mirar el reloj y estaba cerca de mi récord en maratón. Empezamos a picar en el último kilómetro con las fuerzas que quedaban, pasamos emocionados por la bandera chilena y nos preparamos para cruzar la ansiada “finish line” que se veía cada vez más cerca en medio de una multitud de corredores. Mientras Folo grababa crucé la meta… ¡¡qué emoción más grande!! Estaba feliz, satisfecha y orgullosa de haber cumplido este desafío una vez más, de haber llegado bien físicamente y de completar mi cuarto maratón. Y sin querer queriendo, ¡había hecho PB! (Personal Best, mi mejor tiempo en maratón), mejorando 20 segundos el récord que tenía en el Maratón de Santiago 2015, registrando en Nueva York 2017 un tiempo de 4:24:14.

Fuimos a buscar las tan merecidas medallas, y emprendimos la larga caminata para salir del Central Park. Retiramos los ponchos, sacamos fotos y nos despedimos con Folo cerca del restaurant donde nos juntaríamos con el grupo de Sparta. El resto fue sólo celebración, comida, cerveza, leer los más de 1.200 whatsapp tan cariñosos de todos los amig@s y familia que enviaban desde Chile, y compartir la emocionante experiencia que cada uno había vivido en hermosa fiesta.

Agradecimientos especiales

No puedo dejar de agradecer a Sparta y New Balance por este increíble premio que me permitió tener mi revancha. A todo el equipo de Road Runners por el apoyo en este proceso. A la seca de mi osteópata Paty Díaz y a mi querida nutricionista Isi Selman, ¡me dejaron “tiki taka” para enfrentar el desafío! A Folo, por el precioso registro de mis últimos kilómetros en el maratón y por darme ánimo en el momento justo.

Por último, a mi amado Cristian, por acompañarme en todo el entrenamiento y en cada aventura. ¡Sé que vendrán muchas más y que el próximo maratón lo correremos juntos como marido y mujer! 😉

Pilar Pardo

Fecha de la carrera: Domingo 5 de noviembre de 2017

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