Race Report Vulcano Ultra Trail 100 KM
Fue sólo ansiedad lo que sentí ese viernes en la noche, mientras esperaba junto con los demás corredores, en la plaza de Puerto Varas, a que llegara el bus que nos llevaría minutos más tarde hasta Petrohué, donde por fin correría mis primeros 100 Kilómetros. Vulcano fue la carrera que más esperé del año, entonces sólo quería que llegara luego el momento de largar.
Había escuchado de otros corredores, lo duro que era el circuito de los 100 km y por lo tanto era necesario tenerle respeto. Y siendo sincera, mientras iba arriba del bus camino al Lago de Todos los Santos, no logré dimensionar cuánto lo sería.
Al llegar al campamento, ubicado al borde del lago, saludé a varios corredores amigos y entre todos comentamos el tema que nos preocupaba antes de partir: El clima. A diferencia del año pasado, donde corrí los 42 km y faltó poco que me derritiera con calor, para esta edición el pronóstico era que tendríamos una noche muy lluviosa y fría. Y así fue. A sólo 5 minutos de partir comenzó a llover y menos mal que atiné a hacerle caso a la Vero Bravo que me dijo: “ponte patas largas, te va a dar frío”, cuestión que alcancé a hacer porque al segundo, nos largamos a correr.
Ultra Terra
Esta fue mi segunda vez que corría de noche. Mi primera experiencia fue en Adidas Terrex en los 50 Km, por lo que la oscuridad no fue mayor tema para mi, es más, me gusta ese tipo de aventura. Lo difícil y mi real problema es con el frío, ocurre que tengo poca tolerancia con él y prefiero mil veces correr con calor.
A medida que avanzamos, se fue despegando el grupo y yo continúe corriendo sola y a mi ritmo. No traté de seguir a nadie, me dediqué a disfrutar de la entonces suave lluvia. Al llegar a una cima, me puse a conversar con el corredor que venía detrás mío, Franz. Nos acompañamos un rato y luego se nos sumó un corredor argentino llamado Maxi. Según mis cálculos, iba perfecto, dentro del tiempo que tenía presupuestado y también muy amena con este grupo que se había armado. Nada mejor que correr acompañada durante la noche.
Pero a medida que seguimos subiendo se empezó a complicar la cosa: bajó la temperatura, la lluvia se volvió más intensa y nos encaró un viento muy helado, que nos caló hasta los huesos. En ese punto fue tanta el agua que me cayó en la cara que por momentos no puede ver el camino, incluso me costó hasta respirar. Mi ropa estilaba y sobre el frío, ya nada podía hacer.
Los problemas comenzaron cuando dejamos de ver las marcas, por lo que decidimos volver hasta la última que habíamos visto. Nos dimos un par de vueltas, subimos, bajamos, entre tanto se nos unieron otros grupos de corredores que estaban en la misma que nosotros. Así continuamos durante mucho tiempo, encontrando y perdiendo la ruta muchas veces. Ya en ese punto mi cuerpo tiritaba y sólo deseaba llegar pronto al PAS Teski para poder entrar en calor. Se me hizo difícil correr porque hasta mis piernas temblaban. Me di ánimo a pesar de que por error no dejé el drop bag en Teski para el recambio. Pensé, filo de alguna manera me las arreglo.
El insoportable frío
Por fin y después de muchas vueltas llegamos al refugio cuando ya comenzaba a amanecer. Adentro me encontré con muchos amigos y varios de ellos abandonaron por la misma razón, el frío. Juanito y la Vero me ayudaron a sacarme lo mojado y me prestaron algo de abrigo para tratar de entrar en calor. Me costó dejar de tiritar. Me tomé varios café para recuperar temperatura. Estrujé mis patas y pollera, mis calcetines estilaban por lo que puse a secar las zapatillas cerca de la estufa. Entre tanto pensé en qué ponerme para seguir porque no concibo abandonar una carrera. En eso me acordé de la manta de supervivencia y me envolví en ella y sobre eso, me volví a poner mi ropa mojada. Estaba lista para continuar con mis 2 compañeros de ruta. Y partimos.
Con un frío implacable nos tocó enfrentar 3 km de subida, donde la neblina y el viento helado hicieron de ese tramo para no creerlo. Pero me di ánimo porque sabía que vendrían los 12 km de bajada donde por fin podría correr. Me encantan las bajadas así y pensar en ella me subió el ánimo. Me despedí de mis compañeros porque necesitaba correr rápido para llegar antes de las 9 de la mañana al PAS Cascada y lograr pasar el corte. Había perdido mucho tiempo y ya estaba lejos de lo planificado. La meta fue entonces pasar los cortes y terminar la carrera.
Empezó por fin la bajada. La lluvia fue suave y sin viento. Mi vestido galáctico hecho con la manta térmica, funcionó perfecto para combatir el frío. Bajé feliz corriendo y con un sólo objetivo en mi mente: correr sin parar hasta Cascadas. ¡Y lo logré! 8:50 de la mañana y aquí sí había dejado drop bag. Me cambié las patas, los calcetines y la polera. Por fin volví a sentir ropa seca en mi cuerpo. Tomé café, comí un poco de tallarines y salí a las 9 en punto. Se suponía que vendrían 30 km corribles y con poco desnivel. Además de «un poco de barro» según dijeron en la charla técnica. Encontré raro que dieran 8 horas para ese tramo. ¿Qué me esperaría?
Puro barro
El camino comenzó por un tramo de calle y luego nos fuimos metiendo entre medio de campos sureños plagados de vacas. Hasta que llegó el barro y empezó lo bueno. Fueron 15 km de barriales que no había cómo evitar. Las zapatillas se hicieron pesadas de tanto barro. Luego pasamos por bajadas hacia ríos que debimos cruzar para luego subir con la ayuda de cuerdas. Fue imposible correr rápido. Me caí y quedé con las rodillas heridas y el codo adolorido. Para más remate se me rompió un bastón y el barro reinaba por todos lados. La lluvia que iba y venía fue suave y además ya no hacía frío. La única dificultad fue tratar de avanzar rápido con ese barrial para llegar al siguiente PAS a tiempo. Ahí entendí porque tantas horas para esos kilómetros. No son muy corribles y además son agotadores!
En el camino me alcanzó Oscar y Borja. Y con ellos continué hasta el PAS Picada. Llegamos a las 3 de la tarde y menos mal que en la charla técnica nos recomendaron dejar un par zapatillas. Fue lo único que me cambié porque las tenía puestas estaban llenas de barro. ¡Qué alegría volver a tener los pies secos y livianos! Ya había dejado de llover y el frío desapareció. En ese punto llevaba 16 horas de carrera y todavía me quedan 28 km para llegar a meta. Me sentía bien, no tenía sueño y no me dolía nada.
A pesar de que siempre mi objetivo en las carreras es obtener podio, esta vez la tomé una experiencia porque fueron mis primeros 100 km. Ya sabía que estaba lejos de las primeras, así es que continué con mis dos compañeros de ruta a su ritmo hasta PAS Desolación. En el trayecto nos contamos historias y anécdotas que nos hizo entretenido el camino. Por primera vez en una carrera fui admirando el paisaje, los cerros llenos de árboles y cascadas. El día estuvo muy lindo y lo mejor, ya no hacía frío.
Un sólo objetivo: la medalla finisher
Ya en el PAS tomé un poco de sopa y decidí seguir sola y bajar corriendo para llegar con luz a la meta. No quedaban tantas horas de luminosidad y la ruta era solo de bajada. Mi parte favorita de las carreras. Este tramo ya lo conocía porque es el mismo que hice el año pasado en los 42 km, así que lo bajé segura y feliz. Sólo quería llegar y lograr mi objetivo pero todavía quedaban 17 km y cualquier cosa podía pasar. Me concentré durante la ruta y con un solo objetivo en la mente: ¡Quería mi medalla de finisher!
Al llegar abajo me doy cuenta de que aumentaron los kilómetros entremedio de bosques. Quedaba poco, sólo unos 5 km para llegar. Comencé a sentir el cansancio acumulado de la noche sin dormir y del día entero sin parar. Ya en el último tramo, por la orilla del lago, comencé a escuchar la música y la voz por el micrófono. A pesar de que ya casi no quedaba nadie y comenzaba a oscurecer, igual nos esperaron algunas personas en la meta.
Llegué por fin a las 9:40 de la noche y lo logré. Terminé mi primer 100 km en 22 horas y 40 minutos. Aunque está lejos de ser un buen tiempo quedé feliz y muy orgullosa de mí. Fue la sensación de saber que no hay nada que me detenga cuando quiero cumplir un objetivo y como bien dicen por ahí: “Los únicos límites son los que uno mismo se pone”, sentí en ese momento que en el deporte no tengo límites. ¡Sé que puedo lograr los objetivos que me propongo y trabajo mucho para ello! Me fui feliz con mi medalla de finisher y mi 7mo lugar en la general damas! Quedé muy contenta con mi primeros 100 km de muchos más que vendrán.
Quiero agradecer el apoyo de Zolkanoutdoor ya que soy embajadora de las zapatillas Hoka; a mi equipo Santiago Mountain Running Co, por la buena onda y al apoyo de mis compañeros y a mi entrenador Ignacio Riveros por sus consejos. Además no puedo dejar de mencionar y agradecer el cariño y apoyo incondicional de mis seguidores en instagram @frangibar, en mi FB y en mi Fan Page Fran González-Ibar.
#soyultratrailrunner #yosobrevivíalos100KdeVUT #Teamdiabólicas
Francisca González Ibar*
Fecha de la carrera: Sábado 10 de diciembre de 2016
*Directora del colegio Southland School en Santiago, además de ser Ultra Trail Runner. Ha participado en varias carreras en los últimos 3 años obteniendo siempre lugares destacados. 4º lugar general EC 50K 2015, 2º lugar general Ultra Fiord 30K 2015, 4ºlugar general 42K VUT 2015, 4º lugar general 38K Travesía Til Til-Lampa 2016, 2º lugar general Ultra Fiord 70K 2016, 6ºlugar general 42K Torrencial Valdivia, además de participar en El Cruce Columbia 2016 y en la primera versión de 4days de Zolkan.