Race Report Corralco Challenge 70k 2016
Siempre he pensado que el Trail Running es un deporte “amable” y durante la carrera de Corralco Challenge volví a confirmar mi teoría.
Tengo 42 años y he decidido correr carreras con un sentido diferente, donde la naturaleza y los paisajes te transporten a otro espacio, ya no me importa ganar o hacer un tiempo definido, corro sin reloj, corro a sensación, llevo mi cuerpo y mi mente a donde no hay un límite definido.
Correr Ultra es un mundo complejo, porque hay que tener una visión distinta, creo que somos personas conectadas con un lado del alma que sólo algunos pueden ver.
Partí esta carrera sin pretensiones, entendiendo que era un lugar que no había vivido nunca, que eran paisajes invisibles hasta ese momento.
Sabía que me sorprendería, porque eso es lo que lleva esto, el tener la capacidad aún de sorprenderse, de emocionarte profundamente.
Partimos fuerte, el corazón a mil, un adrenalina preciosa, me di cuenta que me iba riendo, como los niños cuando salen a jugar.
Nos metimos en un bosque de araucarias y comenzó a amanecer, el volcán entre medio de los arboles, comenzó a ponerse rosado, me detuve, tuve que tomar una foto. Al llegar a la cima, se abre el mundo y la vista es imponente, por un lado un lago, por el otro, muy a la distancia, se ve el refugio donde partimos, y ahí viene la pregunta: ¿cómo soy capaz de llegar hasta aquí? Vuelve esa sensación de euforia.
Corrimos por todo el borde del volcán, amenazante, es potente, con personalidad propia. Logré conectar con él y hacer de ese terreno hostil, una conexión. Terminamos amigos. Comencé a sentirme igual de fuerte y mi respiración fue constante, esta naturaleza muerta ya no era un obstáculo, era mi fortaleza.
Llegué al ultimo puesto de control y antes de salir de ahí y comenzar un maravilloso sendero, las personas cariñosas me ayudaron, rellené mi botella, comí, y seguí… feliz… aún…
Venía un bajada muy larga, por un camino y sendero maravilloso, por supuesto siempre me detuve a tomar fotos. “Tal vez nunca volvamos a pasar por aquí”, le dije a otro corredor, que me miraba impresionado y se reía.
Empecé a ver gente que ya iba más lento, más cansados, y en un momento sentí que mi cuerpo del cuello hacia abajo se sentía exhausto, fatigado, internamente conversé conmigo y me dije: “Dani, esto ya lo has vivido otras veces, esto va a pasar”. Recé, me acordé de mi viejo, mi abuela, y mucha gente que me ha marcado en esta vida, les pedí que me acompañaran. Y así fue, volví a reír, se fue esa sensación y la adrenalina volvió y empecé a volar, mi cuerpo y mi mente entraron en armonía, conversé con todos los que vi, les pregunté si necesitaban ayuda, si estaban bien. Todos me miraron con cariño, estaban igual, pasando por lo mismo que yo había vivido y esas palabras valían oro en ese momento.
Llegué al puesto del K45 y la niña me dice: “eres la primera mujer”, volví a reír, impresionada y le respondí, “soy petrolera… de menos a mas!”.
Saqué un sandwich de mi bolso de ayuda y seguí con una sensación rara, ¿por qué iba primera? ¿qué tenía yo que había pasado a mis compañeras?
Volví a sentir la magia de entender que corro con mi alma, ahí estaba la respuesta, tal vez ellas sienten lo mismo, no sé, pero ese es mi motor. Y seguí, fuerte.
Salí del puesto y veo mas adelante a un corredor que se veía por detrás muy cansado, lo paso y le dije: “¿Estas bien? Me miro, no muy feliz, y seguí. Paso un rato, miro por mi hombro y estaba ahí, pegado a mí, así que entendí perfecto que sería mi compañero hasta el final, quedaban 20K, no me interesaba si me perseguían, llegar primera, nada. Él seria mi partner.
Comenzamos a conversar de una manera que sólo se da en estas situaciones donde expones tu cuerpo al límite, era como si nos conociéramos de toda la vida. Le dije, sólo tendremos pensamientos positivos, tenemos un motor potente, nuestros hijos y parejas, somos privilegiados, estamos aquí, de pronto vimos uno que venía atrás, solo.
Sin decir una palabra, entró a nuestra conversación y formamos un equipo. Compartimos comida, agua, historias profundas y decidimos llegar juntos, los tres!
Nos imaginamos la meta, la soñamos juntos, íbamos a cruzar de la mano, yo al medio, riéndonos, cada vez era más la euforia, estábamos solos en esa inmensidad de paisaje, nadie adelante, nadie atrás, sólo los volcanes, con sus cráteres y caminos de lava gigantescos. Éramos pequeños, con un viento que no nos dejaba casi avanzar.
Ya casi al llegar, 700 metros antes de la meta, se nos unieron tres amigos que nos dieron el aliento final. Corrí tan fuerte que no podía respirar, estábamos tan felices, vivimos los paisajes más hermosos, corrimos 70K, formamos un equipo indestructible, nos reímos, lloramos y nos emocionamos. Compartimos cosas que tal vez no le contarías a una persona que la vez por primera vez.
Y cumplimos nuestro sueño, así fue, simple, con todas las emociones vividas. Ahora son parte de mi historia, estarán ahí, en ese recuerdo… mi recuerdo…
Ahora, como partí sobre que el Trail Running es un deporte “amable”, ¿quién me puede decir lo contrario? O soy yo que lo vivo así? No creo.
El Trail es un deporte duro, sucio, lleno de barro, ríos, las zapatillas no existen, rasguños, ramas, zarzamora, tábanos, caídas fuertes, el corazón a mil, esa respiración que rompe adentro, una potencia que no se vive simplemente.
He corrido Triatlón, Ciclismo y nada, nada se compara con esto. Nada tiene la profundidad, las emociones, la simplicidad y complejidad del Trail.
Puedo decir con toda mi alma que el Trail es el deporte más “amable” que he vivido y el que me ha entregado las sensaciones de vida más increíbles.
Esta en mi esencia.
Gané, sí, gané!!! Gané una gran experiencia de vida y ahora tengo dos amigos nuevos!!
Daniela Seyler
+PERFORMANCE
Fecha de la carrera: Sábado 12 de noviembre de 2016