Hace varios años atrás que escuchaba del Cruce Los Andes, una carrera que consistente en 506 kilómetros realizada en doce postas, que comienza en el Faro monumental de La Serena y finaliza en la plaza 25 de Mayo de San Juan, Argentina, a la cual no le daba mucha importancia. Hasta que el entrenador de los kids de nuestro club, el profe Kanito, me dijo: ”Pedro, estamos invitados al Cruce Los Andes, la carrera más extrema del cono sur”.
Esta invitación la hicieron los primeros días del mes de enero, y seis de nuestros triatletas conformaban el equipo que representaría a la Ilustre Municipalidad de La Serena: Sebastián López, Nicolás López, Pedro Rosas, Carlo Silva, Jorge “Kanito” Santana y yo, por lo cual comenzamos a trabajar duro para conseguir un buen tiempo, considerando que cuatro de los seis jamás había corrido un maratón. Lamentablemente con el tiempo se bajaron Nicolás y Sebastián por compromisos laborales impostergables.
El jueves 18 de febrero, Jorge y yo emprendimos el viaje a San Juan, Argentina, un recorrido largo y por caminos sinuosos, quedándome en el refugio de Arriquintín (2.960 msnm) del club Mercedarios, donde teníamos de todo para alojar y compartimos con los hermanos argentinos, quienes provenían de distintas provincias. Mi carrera era el relevo 8, el que partía a 2.800 msnm alrededor de las 15 horas del día viernes.
Cuando llegó ese día, me levanté a las 7:20 de la mañana. Con una temperatura agradable, conversé un rato con los demás atletas y para ver como andaba en altura, trote cuatro kilómetros, donde dos lo hice subiendo y dos de vuelta al refugio. Luego del trote me sentí un poco apretado del pecho que era lo normal y lo presupuestado.
Alrededor de las 10 de la mañana, llegó la encargada de la oficina de deportes de la municipalidad de La Serena, Ximena Moreno, quién me dice que uno de los atletas se retiró por lesión, debiendo adelantar las postas y que me correspondía correr la posta 7, la cual comenzaba a 3.900 msm.
Ya preparado me tomé mi camellback y mis provisiones para el desarrollo de la carrera, era mi primer maratón y en esas condiciones, mil emociones pasaban por mi cabeza.
A las 11:45 hrs, llegó el primer maratonista de la posta 6 y a los segundos después nos reúnen y dan la largada. Mi corazón latía muy fuerte de emoción por correr a 3.900 msnm con paisajes inolvidables y bellos, el sonido del agua del río, el viento, la tierra, los gritos de aliento en la partida, el sol asomándose entre la cordillera, era algo realmente maravilloso.
Comencé corriendo por una pendiente muy pronunciada, con 14 corredores más de los distintos equipos, hombres y mujeres de distintas edades, quienes daban lo mejor de sí para aportar el mejor tiempo a su equipo.
En el kilómetro 27 mis musculatura comenzó a resentirse acompañada con una molestia en la rodilla izquierda, producto de la inclinación del terreno, pese a eso seguí corriendo pero bajando el ritmo. Ya en el kilómetro 30 dejé de trotar y caminé. En ese momento mis cuádriceps y rodillas me decían que parara que no corriera más, pero mis ganas de seguir eran más fuertes, y el sol, el viento y el terrero que se mezclaba con tierra, piedras y asfalto complicaban aún más seguir corriendo.
En el kilómetro 32 estaban las chicas que aportaban con la hidratación (sólo agua y tibia por el calor), y a su vez informaban que quedaban 10 km. Entre trote y caminata avanzaba, veía como una competidora a un kilómetro más adelante estaba en mis mismas condiciones, y ya en el kilómetro 40, su cara y expresión corporal lo decían todo: la deshidratación, el cansancio, el dolor de piernas era parte de ella. La animé para que siguiera, dándole un snack para que pudiera terminar tan extrema prueba, los últimos dos últimos kilómetros. Y no lo podía creer, una subida con una pendiente que me asombró, donde lo único que quería era llegar al punto de meta. Pero a unos 200 metros de ésta se cruzó una manada de cabras, pero nada me detuvo. Y no lo podía creer, estaba muy cerca y trotando a muy baja intensidad pero feliz, mi primer maratón en esos lugares, sólo corriendo, en medio de la nada y con la satisfacción de decir lo logré, crucé la meta en 04h37m09s, con una cabra de color blanca corriendo a mi costado izquierdo, algo que jamás olvidaré.
Nuestro equipo que por primera vez estaba conformado por atletas de la región que terminó en la 9na posición, con un crono de 58 horas y fracción.
Espero que no sea la última vez que corra un maratón y menos correr cruzando la cordillera de Los Andes, uniendo a nuestros pueblos gracias al deporte.
Pedro Nolasco Araya Ávila Entrenador Nivel I ITU Head Coach Coquimbo Triathlon ClubMiércoles 24 de febrero de 2016